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Fifa, una pena máxima

El daño es perverso. Es ponerles los taches en la cara a millones de hinchas que sufren e invierten.

El fútbol mundial pasa por un momento vergonzoso y triste. El peor en su historia. Al menos el más grave en los 111 años de la Fifa. El escándalo de corrupción que destapó el miércoles el Departamento de Justicia de EE. UU. cae como una patada en el palo a quienes aún creen que no todo está perdido, o podrido, en el organismo rector del deporte universal. Un órgano que nadie controla. Ellos ponen los jueces, pero no tienen uno.
Este viernes, antes de reiniciarse el congreso para reelegir, en Zúrich (Suiza), al presidente, el veterano Joseph Blatter, y tras una pausa para comer hubo amenaza de bomba. Falsa alarma, por fortuna. Pero la bomba, que retumbó en el mundo entero, ya había estallado cuando se produjo allí la captura de siete altos dirigentes en un hotel –seguramente mientras levantaban la copa–, que pertenecen a la Concacaf y la Conmebol.
Los directivos vieron la roja de la justicia por juego sucio, por hacer goles no con la mano de Dios sino con la mano negra del diablo, por debajo de la mesa, al recibir, según el FBI, sumas millonarias a cambio de otorgar los derechos de televisión de la Copa América, la Libertadores y la Copa de Oro. Además, jugosas coimas por dar el voto para la sede del Mundial del 2010, en Sudáfrica, y para la reelección de Blatter en el 2011. Cada votico –uno más, uno menos– costaba un millón y medio de dólares. Parece que cobraban hasta los tiros de esquina. Se habla de unos 100.000 millones de dólares durante varios años.
Lo grave para una institución es perder la credibilidad y el respeto. Y esto está pasando. Ya, entre iras y bromas, se habla de la ‘coimacaf’ y de la ‘coimebol’. Y a don Blatter un periodista suizo lo compara con el jefe de la mafia siciliana, al decirle ‘don Blatterone’. O sea, il capo di tutti capi. Y a pesar de los escándalos, fue reelegido, sin tener que meter un articulito. No tuvo ‘don Blatterone’ el decoro de retirarse viendo cómo las ratas se comen el queso en sus barbas. Cuando a los equipos les va mal, sacan al director técnico, pero a la Fifa todos van a la fija.
Y aún estamos en los primeros minutos de partido. Dicen que hay capturas pendientes y que se pueden completar un par de equipos con uniforme a rayas, que se deberían llamar Atlético Serrucheiro y Deportivo Comisión. Si la deben, que los expulsen de por vida y los metan a jugar en los patios de las prisiones y que les pite la fiscal Loretta.
El daño es perverso. Es manchar el deporte universal, ponerles los taches en la cara a millones de hinchas que sufren e invierten. Es manchar la camiseta más hermosa, la de la pasión. ¿O será que la del deporte universal es la corrupción? ¿Será que en este mundo quienes visten la camiseta de lo ético juegan por allá en cuarta división? Triste. Claro que así es en muchos campos. ¿No dicen que el fútbol se parece a la política?
¿Qué pensarán miles de jóvenes sin oportunidades que luchan por el sueño de ser jugadores, o los equipos pobres que no tienen cómo comprar uniformes, o esos hinchas apasionados que se matan por una camiseta, o que empeñan hasta las pelotas para ir a un estadio, al ver que los dirigentes confunden la moral con el morral?
Se rumoraba, casi se sabía. En el deporte, sobre todo en el fútbol, los corruptos se meten a la cancha. Pero faltaba la prueba reina. Ahora vamos a ver hasta dónde llegan los gringos. Porque, además, pueden provocar una guerra fría de balón dividido entre Estados Unidos y Rusia. Está de por medio el Mundial, que, así haya tenido votos en fuera de lugar, Rusia no se lo va a dejar quitar ni por el Putin.
En todo caso, lo de la Fifa es de una pena máxima. Un autogol.
Luis Noé Ochoa
luioch@eltiempo.com
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