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Centro Democrático o un compromiso con la historia

No tiene votos, decían los críticos cuando repasaban la lista del Centro Democrático, que es la de Álvaro Uribe Vélez, para que hablemos pronto y con claridad.
Y de eso se trataba, precisamente. De una lista con gente que no fuera dueña de votos, que es como decir que no fuera dueña de almas esclavas. Gente nueva, gente distinta, gente dispuesta a la tarea titánica de reconquistar la opinión pública para el Congreso y para la Política.
Con el presidente Uribe llega al Congreso una generación nueva, la Generación del 14, como la hemos venido llamando. Hombres y mujeres cargados de títulos académicos, de especializaciones apasionantes y de invencible amor por Colombia. Hombres y mujeres que llegan de todos los rincones de la República, para transformarla y para abrirla a los vientos de la modernidad. Para darle cimientos sólidos y duraderos a un país que no puede seguir siendo el último en todo: en infraestructura, en educación, en salud, en seguridad, en justicia.
El Parlamento se llena de voces ilustradas, de debates serios, de proyectos redentores. Y de parlamentarios que no se conquistan con la mermelada infame de los puestos, los contratos, las canonjías y los ventajismos de todo género. Abran paso, señores. La Generación del 14 toca la puerta.
El presidente Uribe sabe lo que significan las mujeres en la vida de esta Colombia nueva. Y por eso viene al Senado y a la Cámara con un aporte femenino que nunca registró nuestra historia. Después de su nombre, el número 1 del Senado, vienen cuatro mujeres. Y entre las 40 curules que el pueblo elegirá, la mitad es de mujeres. ¡Pero cuáles mujeres! Cuánto talento y cuánta ilustración en esas admirables personalidades. Educadoras, politólogas, internacionalistas, juristas, filósofas, agrónomas, sociólogas, con títulos nacionales y casi todas con especialidades en las mejores universidades del mundo.
La mujer ha dejado de ser un adorno. La mujer se integra plenamente a la conducción del Estado. Abran paso. El Centro Democrático significa la revolución femenina. La de verdad. La más plena y la más noble. No más mujeres llenando cuotas.
Y no falta la experiencia. Pero la buena experiencia, que es la de la sabiduría acumulada. Como la de Uribe. Para citar solo dos ejemplos de muchos posibles, el más prestigioso especialista colombiano en temas de defensa y seguridad, Alfredo Rangel, y el mejor de los financistas y tributaristas de Colombia, Oscar Darío Pérez, vienen con estos jóvenes a templar ardores y multiplicar enseñanzas y a recuperar el prestigio y la dignidad del Congreso.
Lo que tenía que pasar está pasando. Hasta los encuestadores menos sospechosos de uribismo, los de Datexco y del Centro Nacional de Consultoría, le dan más de treinta senadores al movimiento que será partido luego de este bautizo emocionante. El triunfo de Uribe, que será el triunfo de una Colombia nueva y distinta, será arrollador. Y no en nuestras cuentas, insistimos. A los repartidores de noticias no les ha quedado sino un recurso para tapar con las manos este sol que alumbra y calienta las esperanzas del país. Hablar y hacer cálculos sobre una campaña presidencial que no ha empezado es el burladero donde se refugian los aterrados comentaristas.
Este fenómeno colosal no solo supone la recuperación de la política como quehacer valioso y digno, sino el comienzo de una campaña presidencial sobre bases nuevas. A nadie se le ocurrirá hablar de candidatos sin relación a los congresistas que los acompañen. El fenómeno Uribe Vélez del 2002 no tiene repetición posible.
¿Y de quién es el Centro Democrático? De gente como usted. De gente que quiere un horizonte nuevo para la Patria, que no sea el castro-chavista que le tienen recetado.
Fernando Londoño Hoyos
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