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Saber decir adiós

El mensaje de Santos sobre su retiro es claro: primero están las instituciones que los líderes.

Fernando Posada
Pocas decisiones son tan difíciles de asumir, y tan necesarias en algunos casos, como la de dar un paso a un lado en el momento preciso. Se trata de una determinación que requiere, en primer lugar, ponerles freno al ego y a las pasiones, algo poco frecuente de encontrar en un campo como la política, en donde muchos prefieren construir la imagen de líderes imprescindibles y mantener su vigencia sin importar el precio.
Respetar la llegada de nuevos liderazgos y entender el cumplimiento de los ciclos, sobre todo cuando muchos de los logros alcanzados son positivos, son decisiones cargadas de responsabilidad, aunque poco usuales en el mundo de la política. En esencia, porque el líder que se despide demuestra que las instituciones y los procesos que deja luego de su paso cuentan con una estructura capaz de soportar nuevas condiciones de gobierno. Es un voto de confianza de parte de ese líder hacia las bases del futuro, desde la convicción de que aportó en la manera correcta y con la certeza de que su sucesor contará con las herramientas y los contrapesos para avanzar hacia un rumbo, aun teniendo definiciones diferentes del destino ideal para el país.
Pero quizás el rasgo más valioso de la decisión de un líder de dar un paso al costado está en el hecho de no considerarse imprescindible para el futuro de su país. Más aún si se tienen en cuenta los antecedentes políticos de Latinoamérica y el mundo, donde tantos exgobernantes buscan aferrarse al poder, incluso cuando eso implica torpedear la gobernabilidad de sus sucesores, dividir a la sociedad y desacelerar el progreso del país. Dar por finalizado un ciclo y evitar la figuración en los gobiernos entrantes es una de las decisiones más responsables por parte de un mandatario saliente, en contravía de la megalomanía que tantas veces se asocia con el poder. Al mismo tiempo, el retiro oportuno de políticos de carrera puede representar un incentivo para la renovación política y la llegada de nuevos liderazgos jóvenes.
Es por eso que resulta valiosa la decisión del presidente Santos de retirarse de la política al terminar su mandato, con el compromiso de dejar gobernar a su sucesor, el presidente Iván Duque. Se trata de un retiro que bien puede contribuir a la gobernabilidad de Duque, aun difiriendo con él en asuntos tan importantes como el futuro del acuerdo de paz y los derechos de las minorías. Pero, al contrario de hacerles conejo a los giros asumidos por su gobierno, la decisión de Santos representa un voto de confianza frente a las instituciones, que al final de cuentas son las encargadas de garantizar la estabilidad y de evitar los excesos de cualquier gobernante.
Lejos de querer presentarse como una figura salvadora del destino del país, el mensaje del presidente Santos a través de su retiro de la política es claro: primero están las instituciones que los líderes. Y mientras estas sigan funcionando con estabilidad y orden, la democracia no necesitará de figuras mesiánicas que solo conducen al poco deseable escenario del debilitamiento institucional y del fortalecimiento del personalismo.
Por eso, el retiro oportuno de un presidente al finalizar su periodo les reafirma a los colombianos que el cierre de ciclos es fundamental para la democracia, permitiendo la llegada de nuevos procesos, ajenos a las lógicas de la venganza y a la instrumentalización del debate público como una arena de peleas personales entre líderes que buscan mantener su poder. Además recuerda que el retiro en el momento preciso representa una oportunidad para los mandatarios salientes de asumir nuevos retos profesionales y retomar sus vidas privadas, que muchas veces desde el ejercicio del poder son descuidadas.
Es una decisión prudente la del presidente Santos al despedirse de la política habiendo alcanzado uno de los logros más importantes de las décadas recientes en el país: el desarme de la guerrilla más numerosa y longeva del continente. Y esa es una razón más que suficiente, sin olvidar sus desaciertos, para reconocer su lugar en la historia.
FERNANDO POSADA
Fernando Posada
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