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#FARCGestosYA

El futuro está en manos de las Farc. Es poco lo que el Gobierno puede hacer para salvar el proceso.

Laura Gil
Si el proceso de paz se acabara mañana, no habrá nada que el Gobierno no haya hecho para alcanzar la paz. Si no logramos acuerdo, no tendremos más que resignarnos a continuar nuestras vidas en un país en guerra. No existirá mejor momento que este para la paz negociada, ni gobierno más dispuesto que el de Santos a dialogar.
Al escuchar a los comisionados de gobiernos anteriores, uno creería que Humberto de la Calle y Sergio Jaramillo todo han hecho mal. Lo cierto es que, de lo que salta a luz pública, casi todo lo han hecho bien.
El equipo gubernamental retomó las lecciones aprendidas del Caguán. Para evitar las trampas de aquel proceso fallido, el esquema, con tanto cuidado estudiado, incluyó acercamientos confidenciales, conversaciones en el exterior, negociaciones en medio de la guerra, una agenda razonable y concreta, unos primeros acuerdos al abrigo del escrutinio público, un grupo de observadores y garantes creíbles; dos de ellos, Venezuela y Cuba, con capacidad de influencia sobre las Farc.
Buena parte del país no quiere reconocer los gestos de las Farc, pero la guerrilla también mostró voluntad. Más allá de las palabras desafiantes y grandilocuentes, en los momentos álgidos de confrontación las Farc respondieron. Liberaron policías y militares secuestrados, devolvieron al general Alzate, anunciaron el fin de la vinculación de menores de 17 años, se comprometieron con un proyecto piloto de desminado y decretaron un cese del fuego unilateral.
Estos gestos podrán haber sido mucho menos de lo que esperábamos, pero también mucho más de lo que hace poco parecía alcanzable. Según el Centro de Recursos para el Análisis del Conflicto, durante los cinco meses de cese unilateral se dieron 12 violaciones de este. Esas cifras constituyen un éxito para cese cualquiera en el mundo.
Ambas partes se abocaron a la construcción gradual de confianza para reducir la intensidad del conflicto. Al cese unilateral, el Gobierno respondió con la detención de los bombardeos. El diálogo había entrado en un círculo virtuoso, ajustado a los cánones de una exitosa negociación.
Luego, las Farc rompieron su compromiso con el ataque en Cauca, la confianza ganada se destruyó y el proceso se descarriló. Las partes no se quieren levantar de la mesa, pero avanzar cuesta cada día más. ¿Hasta cuándo se podrá continuar así? El jefe negociador lo advirtió: “Uno de estos días no nos encontrarán en la mesa”. ¿Estarán, entonces, satisfechos los opositores del proceso?
Un cese bilateral del fuego sin concentración ni verificación, tal como lo exigen las Farc, resulta un imposible político. Sería retornar a la trampa del Caguán. Para lograr un día el cese bilateral, es necesario retomar con prontitud y aún mayor empeño el camino del cese unilateral.
Para nadie es un secreto que el proceso se encuentra empantanado en la cuestión de la justicia transicional. ¿Juicio o no? ¿Castigo o no? ¿Cárcel o no? ¿Responsabilidad individual o no? Esas preguntas resumen la peor parte de la encrucijada. Podrá haber acuerdos sobre verdad y reparación, pero no serán más que por los lados de los interrogantes fundamentales. Los jefes de las Farc no quieren asumir sus crímenes atroces.
Al final del día, la historia contará si los comandantes en La Habana tuvieron la grandeza de enfrentar sus circunstancias para que el país pueda superar su horrible noche.
Para bien o para mal, el futuro está en manos de las Farc. Porque es poco lo que el Gobierno puede hacer para salvar el proceso, yo sí les pido a las Farc #FARCGestosYa.
Laura Gil
Laura Gil
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