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México lindo y querido

Fabio Martínez
El pasado mes de diciembre estuve visitando México y me encontré de nuevo con un país de gente alegre y socarrona, que en medio de los avatares de la historia continúa manteniendo una dignidad y un orgullo ancestral.
Con mi mujer recorrimos plazas, zócalos, museos y mercados, y fuimos descubriendo los rostros antiguos de Comala, que describiera Juan Rulfo; el color sandía que identifica a este bello país, pintado por Rufino Tamayo; y las gozosas y divertidas calaveras de Guadalupe Posada.
El país azteca volvía a seducirnos con su magia ancestral, con su excelente gastronomía, y su tequila reposado, que no da guayabo. Hasta que un día nos pusimos cita en un café a platicar con un amigo de Guadalajara. Con él estuvimos repasando los estrechos vínculos que siempre ha tenido México con Colombia y con el mundo hispanoamericano. Recordamos que los escritores Gilberto Owen y Luis Cardoza y Aragón vivieron en Bogotá; y desde Porfirio Barba Jacob viven en México Gabriel García Márquez, Fernando Vallejo, Garramuño y Jorge Bustamante (Álvaro Mutis acaba de morir en el D.F.) Y vivieron por varios años los escritores Eduardo García Aguilar, Felipe Agudelo y Fabio Jurado.
A medida que empinábamos el codo la plática iba subiendo en emoción, hasta que el carnal me dijo: “Órale, Fabio, cada día los colombianos y los mexicanos nos parecemos más”. Enseguida pensé en la cumbia que les encanta y en las rancheras que desde décadas se han metido en nuestros corazones; pero mi amigo frunció el rostro, y pronunció la palabra ‘Michoacán’.
Apenas oí aquel nombre sonoro que huele a chili con guacamole, me llegó a la memoria la historia oscura del narcotráfico que ha vivido el país en los últimos treinta años, y que ahora está viviendo el país hermano.
Sí, Michoacán, donde recientemente ha surgido un grupo de paramilitares para derrotar al narcotráfico.
Esta historia me parecía que ya la había escuchado en alguna parte, y a continuación le conté cómo el paramilitarismo en mi país, con el apoyo de políticos, militares y miembros prestigiosos de la élite del país, había nacido como una tabla de salvación para derrocar a la guerrilla. Pero la cura en Colombia fue peor que la enfermedad.
El narcotráfico ha sido una pandemia que se ha extendido por el mundo permeando al Estado, la banca, la guerrilla y, en general, a la sociedad en su conjunto.
Ante la presencia de un Estado débil y proclive a la ‘mordida’ y la corrupción, el narcotráfico, con sus bandas criminales y el paramilitarismo redentor, tiene el terreno abonado para producirse y reproducirse eternamente.
Es hora de que México trate este debate de una manera integral para no ir a repetir el oscuro escenario que creó el paramilitarismo en Colombia, dejando un país sembrado de fosas comunes y miles de víctimas, que aún reclaman justicia y reparación.
Fabio Martínez
Fabio Martínez
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