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Esclavos transparentes

¿Cómo carajos podemos ser tan indiferentes? Además, ¡somos los mejores individualistas y egoístas!

Andrés Candela
Después de haberlo visto, respirado y vivido durante una semana en Colombia estoy completamente convencido de que –en esta ocasión– no me regiré por las normas que me dicta el periodismo de opinión. Sé la forma, la siento, me indigna; mas, desconozco el método y la ruta que necesito para describir lo que identifiqué como el carnaval del becerro de oro: ¡el oneroso proceso de ‘paz’ del actual Gobierno con su eterna dilatación! Era “cuestión de meses…”, nos dijo y quiso hacernos creer Santos al comienzo.
De entrada sé también que esta es una pelea perdida, una columna despilfarrada, porque en Colombia nada es grave y lo único que nos rige es la necesidad de ser “el país más feliz del mundo”, la Selección y, actualmente, lo que haga o deje de hacer James Rodríguez en el Real Madrid. Por eso y por sentir la desesperante inmovilidad de un pueblo de pasivos borregos que no quieren demostrarle al Gobierno quiénes son los verdaderos jefes, entonces regresé a casa rumiando la idea de tirar la toalla en esta quijotesca lucha de letras contra la grotesca evangelización de la pacífica y ya sobregirada ‘mermelada’, su particular ejército de limacos y saltimbanquis en el Senado, las desvergonzadas afirmaciones de sus adiestrados pacifistas de nómina y el pavoneo de los nuevos legionarios de la pintoresca ‘paz armada’ en diferentes regiones del país.
“¡Que se jodan! Se la tienen bien merecida los apáticos que no votaron y hoy se quejan de una realidad bipolar: una en prensa y otra muy antagónica en redes sociales. Al fin de cuentas ya no vivo allá y no me perjudicará si el país se lo rifan, se lo beben o si se lo entregan completo a las Farc simplemente por el capricho de un nobel”, me lo repetí varias veces para exorcizar mi responsabilidad. Pero el clamor por el bienestar debe ser, ante todo, homogéneo, ni personal, ni singular. Por eso, y después de mi propia guerra personal contra los cálculos, regreso…
Despierto justamente el primer día en Medellín y no sé cuántos chistes de la ‘comunidad del anillo’ hay en mi teléfono. Saber reírnos de nosotros mismos es vital, es el drenaje de nuestra realidad; mas, ¿hasta qué punto podemos frivolizar los escándalos que requieren acciones responsables? Por eso terminamos por escriturarnos futuros presidenciales tan ridículos en las elecciones, cuando nos engullimos con burdas estrategias publicitarias como aquella de cambiarle el nombre a un candidato; peor aún, tácticas que no vienen ni de su propio equipo de campaña pero que caen tan bien como el salmón que salta dentro del propio bote de un flojo pescador.
“¿Cómo carajos podemos ser tan indiferentes?”, me lo vuelvo a preguntar ante el constante bombardeo de propaganda gubernamental a favor del proceso y no sé tampoco si sea una limitación o el absurdo privilegio de no atormentarse por aquello que no se manifiesta como un problema personal, porque además de indiferentes, ¡somos los mejores individualistas y egoístas! Mientras no sea nuestro problema…
No sé si a esta altura todavía no me hago entender. Desconozco si mi temor de ver el pavoneo de las Farc y la indiferencia del Gobierno es personal o general; no me canso de preguntarme qué tan prematuro es hablar de ‘paz’ cuando los ya engordados ‘capos’ de las Farc en Cuba –sin ningún ápice de vergüenza– son capaces de felicitar a Nicaragua “por los éxitos alcanzados a favor de la soberanía”. ¿Son ellos verdaderamente el ‘ejército del pueblo’? ¿De qué pueblo exactamente? Y el Gobierno, ¿declaraciones públicas como estas son de absoluta confianza para continuar hinchando el proceso con el exceso de propaganda?
* * * *
Lo sé, cedí de nuevo ante mi mal humor, ante mi escabroso carácter. Mis palabras, aunque sean escritas, pienso que ya no valen; mejor aún, ¡nunca han valido! Jamás han servido como farol o como raíz de algún cuestionamiento público cuyo eco genere una leve repercusión, ¡un despertar! Por lo menos algo, lo que sea, pero no quiero seguir sospechando un turbio futuro el cual considero que aún podemos direccionar si, simplemente, asumimos nuestra responsabilidad civil para dejar de ser tratados y menospreciados como una especie de país atiborrado de inertes esclavos transparentes.
Andrés Candela
@Andrescandla
Andrés Candela
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