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'Cintica azul'

Con la debida solemnidad y pompa (de jabón), se reunió la presunta convención conservadora. El partido de Caro (José Eusebio) y de Ospina Rodríguez (Mariano), que está viviendo de la mermelada oficial desde hace más de un cuarto de siglo, tomó la decisión heroica de sacar las manos del frasco de Fruco, por haberse chupado la poca que allí quedaba, y lanzarse con candidato o candidata azul a disputar el disfrute hegemónico del envase de mermelada para el cuatrienio 2014-2018.
Con motivo de haberse proclamado por la convención conservera la candidatura de la doctora de hierro (ella prefiere que le digan así para no quedar de copietas de la Thatcher, que de todos modos es su modelo político y femenino), el columnista de acero, Fernando Londoño, declaró en su conocido estilo rococó: “El Partido Conservador no está en venta”.
¿De verdad? Podría ser como pasó con el carro de un amigo, que lo tuvo en venta un año y después dijo que ya no lo vendía. ¿Y por qué no? Porque no hay quien lo compre.
Sin embargo, el conservatismo es una ideología respetable, de acuerdo con sus principios de preservar el orden, la moralidad, la honestidad en el ejercicio de las funciones públicas, y todos esos valores que andan tan descaecidos. El conservatismo es lo contrario a la “cintica azul y proceder villano”, definición que Miguel Antonio Caro (hijo de uno de los fundadores del partido) aplicó a los conservadores de su época, que eran, como muchos de ahora, más aficionados al presupuesto que a la ideología.
Todos nos felicitamos por la iniciativa que apoyaban verdaderos conservadores, como el exmagistrado, escritor y pensador José María Obando Garrido, de que el Partido Conservador tuviera su propio candidato; pero no hubo tal convención conservadora, ni tal candidato conservador. Lo que apreciamos fue una convención pastrano-uribista (de los nuevos amigazos Andrés Pastrana y Álvaro Uribe), y una candidata, la señora Marta Lucía Ramírez, que no es conservadora sino uribista. Menos pastranista que uribista, y más uribista, inclusive, que José Obdulio Gaviria y Francisco Santos juntos.
Andrés Pastrana no es conservador, jamás lo ha sido, ni profesa ideología distinta a la de ser un pastranista fanático. Álvaro Uribe no es conservador, nunca lo ha sido, ni profesa ideología distinta a la de ser un fundamentalista del uribismo. Marta Lucía Ramírez no es candidata del Partido Conservador, sino candidata del pastrano-uribismo. Candidata de la “cintica azul”.
Pobres Caro (José Eusebio) y Ospina Rodríguez. En lo que vino a parar su partido.
* * * *
Una encuesta publicada en estos días dice que la juventud está desilusionada con los partidos. Peor aún. Que no cree en absoluto ni en los partidos ni en los políticos. La razón es poderosa. ¿Qué le ofrecen los partidos a la juventud? Nada. El presente para los jóvenes es desolador. No hay empleo, ni posibilidades de estudiar. Proliferan las “universidades” que ofrecen graduar a un profesional en tres meses. Los colegios públicos se están convirtiendo en escuelas de sicarios y de pandilleros (v. EL TIEMPO, 30 de enero del 2014, página 2, Debes Saber, crónica de Carol Malaver). La bacteria de la corrupción nos devora. Y los partidos políticos, que deberían tener gente pensante dedicada a estudiar estos problemas, a buscarles solución a asuntos tan graves como el de una juventud sumida en la desesperación, y echándose en brazos de sectas religiosas que los engañan con espejismos, no dicen sino idioteces. Ignoran a la juventud y pretenden que la juventud no los ignore.
No se extrañen, entonces, por el resultado que pueda brotar de las urnas en las próximas elecciones.
Enrique Santos Molano
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