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#NoTransmilenio7a y otros noes y síes

Peñalosa se resiste a aceptar un hecho evidente: la avenida séptima no tiene por donde ancharse.

Informa el leído semanario ‘Mi Zona-El Tiempo’ (del 07 al 13 de julio del 2017) que “un total de 70 vecinos de las localidades de Chapinero y Usaquén” se reunieron el martes 4 de julio “en la calle 71 n.° 10-47, y conformaron el comité denominado Defendamos la Séptima, el cual, de acuerdo con los participantes no está de acuerdo con TransMilenio por la séptima. Activaron la etiqueta #NoTransMilenio7a.”. En edición posterior del mismo semanario (del 14 al 20 de julio del 2017, “la ‘movida’ que le dice no al TM por la 7ª.”) se entrevistó a don Luis Afanador, miembro del comité Defendamos la Séptima. El señor Afanador explicó los motivos por los cuáles esa agremiación cívica se opone a convertir la avenida 7.a en una vulgar troncal de TM.
Dice don Luis Afanador: “Con TM por la séptima esta alcaldía nos va a condenar al cáncer. Peñalosa no aclara qué tipo de buses van a ir por la troncal. Pero lo más seguro es que sean de diésel, así que imagínese el grado de contaminación. Además presentan el proyecto como algo distinto, pero son casi las mismas estaciones, buses y falta de cultura de la Caracas. Entonces la séptima va a quedar decorada con barreras anticolados. Lo que faltaba”.
El Comité de Defensa de la Séptima ha constatado en las diversas ‘socializaciones’ que el Instituto de Desarrollo Urbano (IDU) ha venido realizando sobre el proyecto de Troncal por la Séptima, que ni el IDU, ni la alcaldía, ni los contratistas tienen la menor idea de cómo ampliar la séptima para embutir en ella la troncal de TM.
Sencillamente porque en su terquedad y soberbia el alcalde Peñalosa se resiste a aceptar un hecho físico evidente: la avenida séptima no tiene por dónde ancharse. La última ampliación posible por esa vía se efectuó en los años sesenta durante las alcaldías de Jorge Gaitán Cortés y Virgilio Barco Vargas, y hay que ver las dificultades enormes que entonces se les presentaron, al punto de que, en cierto momento, estuvieron a un tris de desistir del ensanchamiento; pero al menos había algo de espacio para hacerlo, como se hizo, en el tramo más difícil que era el de la calle 72 a la calle 34.
La locura de meter el TM por la séptima no podía ocurrírseles sino al entonces alcalde Luis Eduardo Garzón, que en la última semana de su administración firmó contratos a la loca, entre ellos el de TM por esa vía, sin saber qué estaba firmando; y al alcalde actual, Enrique Peñalosa, obsedido por la idea fija de meter troncales de TM por todas partes, menos por donde de verdad serían útiles, son necesarias y tendrían cabida, como en la avenida 68, verbigracia.
Don Luis Afanador deja claro que el comité de defensa de la séptima no hace parte de ninguno de los comités que impulsan el proceso revocatorio del alcalde Peñalosa. El interés del #NoTransMilenio7 consiste exclusivamente en impedir que la avenida séptima sea destruida, como lo fue la avenida Caracas, por una troncal de TM.
El alcalde Gustavo Petro, de Bogotá Humana, y con el mejor sentido humanístico, es decir, de hacer de la avenida séptima un gran bulevar para disfrute de los bogotanos, no solo como vía de transporte público, sino como trayecto de esparcimiento donde pudiera disfrutarse de todo tipo de lugares propicios para garantizarles a los habitantes el derecho a la ciudad –restaurantes, librerías, galerías de arte, auditorios, cines, terrazas, jardines, en fin, todo lo característico de las urbes modernas—; tenía proyectada una primera línea de tranvía eléctrico (cero contaminación) como eje de la Nueva Avenida Séptima para el siglo XXI. El alcalde actual, el mismo de la premisa engañosa de ‘Bogotá, mejor para todos’, despachó el proyecto del tranvía eléctrico con una de sus frases pueriles: “los tranvías son unos juguetes”.
Durante más de quince años he venido escribiendo en esta columna, y en otros textos, sobre la importancia que tiene para Bogotá recuperar el tranvía como uno de los soportes fundamentales del transporte multimodal que emplean todas las capitales del mundo, menos Bogotá. En su columna de EL TIEMPO (18 de julio del 2017, ‘Por la 7.a, no, por favor’) Juan Pablo Calvás hace una crítica atinada, precisa, sobre dos de las tonterías urbanísticas que pretende perpetrar la administración Peñalosa: El TM por la séptima, y el metro elevado que acabará de arruinar la Caracas. Tal vez el alcalde Peñalosa no quedó contento con lo que el relleno fluido les ha costado a los bogotanos, y ahora va a terminar de liquidar la Caracas con un metro elevado.
Pregunta el agudo columnista: “¿Volverán, ahora en la carrera 7.ª, las estaciones de horripilante diseño? ¿Volverán a prometer el florecimiento del comercio, cuando en realidad este será el más afectado? ¿Terminarán los predios vecinos a la troncal afectados por una desvalorización?” (como ya les ocurrió a los de la Caracas). “Aún estamos a tiempo de parar el inicio de la construcción de dos grandes cicatrices urbanas que quedarán por siempre para Bogotá”, (el TM por la séptima y el metro elevado). “¿No será que le sirve más a la ciudad, en términos de ambiente y estética, un tranvía (como el que sí supieron hacer en Medellín) por la carrera 7.ª?”.
Cómo lo dice el mismo Juan Pablo Calvás, estas peguntas, y las inquietudes que han formulado los preocupados vecinos que verán sus viviendas y sus vidas arruinadas por la troncal de TM por la séptima, van a parar al fondo los archivos sin fondo del Distrito Capital, a donde las arroja el señor alcalde con el desprecio olímpico que le inspiran los ciudadanos.
No es suficiente con decirle no a TM por la séptima. Hay que decirles también no al metro elevado, no a la urbanización de la Reserva Ecológica Van der Hammen, no al Plan de Desarrollo de Peñalosa; pero no podemos instalarnos únicamente en una actitud negativa. Hay que decirles sí al tranvía por la séptima (primera línea de una red urbana de tranvías); sí a la creación del gran parque ecológico en la reserva Van der Hammen; sí al metro subterráneo; sí al TM por la avenida 68; sí a los articulados eléctricos de las demás troncales de TM que ya están en funcionamiento.
Para conseguir todo eso, para salvar la séptima y salvar a Bogotá, no hay otro camino que la revocatoria del alcalde Peñalosa. La ciudadanía está consciente de esa realidad y espera que el CNE proceda, como es su deber, a fallar en defensa de los intereses de la ciudadanía, y no en los del círculo particular del alcalde y de los contratistas.
ENRIQUE SANTOS MOLANO
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