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Cabildo abierto

Los cabildos abiertos son hoy son muy importantes para la vida democrática de los bogotanos.

No tengo registro en mis archivos acerca de cabildos abiertos que se hubieran efectuado en la capital del país con posterioridad al histórico Cabildo Abierto del 20 de julio de 1810. Por consiguiente, el cabildo abierto del pasado 28 de febrero es el segundo en los doscientos diecisiete años transcurridos desde aquella fecha imborrable.
En él participaron trabajadores de la Empresa de Telecomunicaciones de Bogotá (ETB), ciudadanos interesados por la suerte de su capital, concejales de Bogotá y funcionarios distritales junto con el señor Alcalde Mayor, quien aceptó amablemente participar en la discusión para explicar que no hay nada que discutir. La decisión de vender la ETB “ya está tomada”. La explicación le ganó merecidas rechiflas. Nuestro alcalde, por fortuna, es inmune a esas manifestaciones chillonas del descontento ciudadano, muy criticadas por los periódicos que defienden la gestión Peñalosa. “Infortunadamente –dice El TIEMPO—un encuentro que había lucido bien en buena parte de su desarrollo, tuvo que ser levantado al final de la tarde por mal comportamiento de sus asistentes. De ello dejó constancia el propio (Horacio José) Serpa (presidente del Concejo)”. Por su parte, la reportera de ‘El Espectador’ se refirió al cabildo abierto como un acto político: “El cabildo se tornó inmanejable. Al final quedó en evidencia que más que un encuentro para resolver dudas sobre la venta de la ETB y escuchar razones, lo que se vivió este jueves fue un choque político del que quedó muy poco para el ciudadano de a pie”.
Los cabildos abiertos, dulce niña Laura, son eventos esencialmente políticos, expresión de una voluntad ciudadana de participar en las decisiones que la afectan. El Cabildo Abierto de 1810 fue un acto político en el que una multitud de ciudadanos de todos los oficios se reunió en la plaza mayor con un fin altamente político, como era el de provocar el cambio de régimen. Y si no hubiera sido por “el mal comportamiento” de esos vasallos, todavía tendríamos gobernando aquí al virrey Amar y a la Real Audiencia que, para decirlo francamente, no lo hacían tan mal como el omnipotente alcalde Peñalosa.
El burgomaestre dejó claro que, “estando tomada la decisión” de vender la ETB, no había espacio para resolver dudas ni escuchar razones. Y el señor Castellanos, presidente de la ETB, afirmó, sin temblarle la voz, que la ETB solo era “negocio para los sindicatos y los trabajadores”. Tales aseveraciones no les dejaron espacio a los ciudadanos sino para “el mal comportamiento”, expresado en gritos y protestas subidas de tono. ¿O acaso el Alcalde y el presidente esperaban aplausos rabiosos?
En otra de sus frases inmarcesibles, dijo el Alcalde, con acento emocionado: “Aunque algunos prefieran seguir arriesgando el patrimonio de los bogotanos con inversiones en acciones de una empresa, nosotros preferimos invertir en los niños. Vamos a construir (con la plata de la venta de ETB) 10 colegios, 8 jardines infantiles, 6 hospitales.
Tendremos 16 centros de discapacidad y un centro de vida para personas mayores de sesenta años”. Muy bueno todo eso, pero ¿con qué le van a dar mantenimiento, si el Distrito no es capaz de sostener decorosamente los hospitales, los colegios y los centros de atención a la infancia que ya existen, porque los recursos de la ciudad se despilfarran en otros menesteres inútiles? La estrategia para construir y mantener en el tiempo esas bellas y necesarias obras de inversión social que enuncia el Alcalde no puede ser la de “abrir un hueco para tapar otro” y que el resultado final sean dos huecos. Cualquier lego en economía sabe que vender un bien patrimonial suministra recursos temporales para solucionar tal o cual aprieto de iliquidez; pero cuando tales recursos se agotan, y se agotan rápido, los problemas quedan y empeoran.
De todos modos, es muy importante para la vida democrática que se convoque un cabildo abierto en el cual los ciudadanos, con su “mal comportamiento”, demuestren que no son convidados de piedra. Por el momento, y con vista a un tercer cabildo abierto, que tendrá lugar el próximo 7 de marzo, formulo algunas inquietudes.
Primera. Dice el Alcalde que el motivo para vender la ETB es el de que ha dejado de ser una empresa rentable, que está generando pérdidas y que se ha desvalorizado. En esas condiciones lamentables, ¿cómo puede haber empresarios privados interesados en comprarla? ¿Lo harían de puro bondadosos, para desencartar a Bogotá de un bien improductivo?
Segunda. Se ha revelado por el economista Aurelio Suárez que en el año 2016 (administración Peñalosa) la ETB tuvo una pérdida de 166.000 millones de pesos en cifras redondas. ¿Cómo puede ser que una empresa que fue rentable hasta el año 2015 (último de la administración Petro), cuyo valor estaba avaluado en cerca de cuatro billones de pesos (incluida la codiciada fibra óptica), se vino abajo con el cambio de administración, comenzó a dar pérdidas y se desvalorizó? ¿No habrá aquí una deliberada mala gestión gerencial para justificar la venta de la ETB? Eduardo Sarmiento, uno de nuestros economistas más lúcidos, ha planteado este interrogante. Y Aurelio Suárez afirmó: “En 2016, la compañía ha tenido los peores indicadores de su historia. Se ha tratado (a la ETB) como los zapatos viejos de la ciudad. Definitivamente, estos señores son maestros en acabar con el patrimonio de los bogotanos. Si uno pudiera culpar la caída de la ETB, la endilgaría a quienes la han administrado en el último año”.
Tercera. El presidente de la ETB, don Jorge Castellanos, aseguró, ante el asombro y la indignación de los ciudadanos cabildantes, que “La ETB es un magnífico negocio, sobre todo para los sindicatos”. Esa premisa no necesitará demostrarla en el cabildo abierto del 7 de marzo venidero. Está detallada en un bonito cuadro que publica EL TIEMPO (1.° de marzo de 2017) en el que se relacionan, uno por uno, los privilegios salariales y sociales de que disfrutan los trabajadores de la ETB. Eso es lo que el señor presidente Castellanos califica como “un buen negocio”. La posición del presidente de la ETB corresponde a la doctrina neoliberal que considera a los trabajadores ciudadanos de tercera que no tienen derecho a un salario digno, ni a saborear las comodidades que brindan los avances científicos y tecnológicos del mundo de hoy. Por eso califica como “negocio” el hecho de que los trabajadores de la ETB hayan conquistado ingresos decentes. El cuadro que publica este diario debería tomarse mejor como un modelo de política salarial, antes que como un velado reproche al bienestar de que puedan estar gozando esos trabajadores. Pues también debería publicarse otro cuadrito donde se muestre de manera comparativa el salario del Alcalde de Bogotá, del presidente de la ETB, de los concejales de Bogotá, de los altos funcionarios, y se vería cómo el suyo es un “negocio” bastante más productivo que el de los trabajadores de la ETB.
Será una buena discusión para el cabildo abierto del martes próximo.
ENRIQUE SANTOS MOLANO
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