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Bogotá, más basura para todos

Peñalosa acata las decisiones judiciales cuando le convienen y las ignora cuando no le convienen.

La crisis de las basuras en Bogotá, que aún no termina después de veinticinco días, y cuya solución no se ve próxima, obedecería, según la Administración que ha sido incapaz de prevenirla, a tres factores: 1) a la medida tomada por la administración anterior de reasumir (a cargo del Acueducto distrital y de la entidad Aguas de Bogotá) la prestación del servicio público de aseo y recolección de basuras; 2) a una orden judicial que dictaminó reversar la decisión anterior y devolver la recolección pública de basuras a empresarios privados, dizque para preservar la libre competencia, y 3) al "melodramatismo" de los bogotanos, de acuerdo con las ya acostumbradas reflexiones cantinflescas del alcalde actual.
Como todos los funcionarios en el régimen neoliberal, el burgomaestre Peñalosa acata las decisiones judiciales cuando le convienen y las ignora cuando no le convienen. Actitud típica de nuestra herencia de leguleyismo santanderista. La pregunta es ¿puede cualquier juez emitir fallos en cualquier materia? Quizá la teoría de la ley diga que sí, pero la práctica de la experiencia dice que no.
Eso lo vemos reflejado claramente en la grave crisis de las basuras, que halla su origen remoto en una orden judicial equivocada y absurda. Uno de los ejes de la reforma judicial que plantea en su programa el precandidato presidencial Gustavo Petro debe ser la creación de la carrera judicial y la especialización de los jueces, pero eso es harina de otro costal. Hoy, el problema es la crisis de las basuras en la capital de la República.
Achacar a una orden judicial errada una decisión administrativa igualmente errada es solo parte de la comedia con que pretenden gobernarnos los funcionarios ineptos del régimen neoliberal, estilo Peñalosa. La orden judicial meramente sirvió de soporte a una disposición tomada por el señor Peñalosa, incluso antes de ser elegido alcalde, y respaldado por las decisiones vociferantes y abusivas del procurador predicador Ordóñez y del superintendente de Industria y Comercio (SIC) contra el alcalde Gustavo Petro “por atentar contra la libre competencia”.

Queda claro que, en el problema de las basuras regadas por todas las calles, está privilegiada la ‘libre competencia’ y ninguneada la obligación de mantener la ciudad libre de basuras.

Queda claro que, en el problema de las basuras regadas por todas las calles y carreras de la megaurbe bogotana, está privilegiada la ‘libre competencia’ y ninguneada la obligación de mantener la ciudad libre de basuras. De ahí la crisis feroz desatada con el supuesto ‘nuevo modelo’ de aseo, que fracasó antes de empezar a funcionar; pero ¿en qué vemos aquí la ‘libre competencia’?
Asignarles a cuatro empresarios privados la prestación del servicio de Aseo en Bogotá, por el cual se van a embolsillar ganancias billonarias (como ya lo hicieron los cuatro que lo prestaban anteriormente, si es que no son los mismos de ahora con distintos nombres), no es libre competencia. Es nada más distribuir el monopolio del servicio de aseo entre cuatro empresarios.
Libre competencia sería que cada localidad de la ciudad tuviera y controlara su propio servicio de aseo, vigilado por la comunidad, y cuyos rendimientos se reinvirtieran para mejorarlo y sostenerlo, no para enriquecer a unos pocos. Entonces habría una libre competencia entre las veinte localidades que configuran el Distrito Capital, no en el afán de mostrar rentabilidad, sino en una competencia cívica por demostrar cuál contribuye más al aseo y esplendor de su territorio y del conjunto de la capital. Una libre competencia cívica en la que los ciudadanos participan de manera activa.
El modelo neoliberal, basado en la avaricia, en la codicia y en el usufructo de los bienes públicos por un número reducido de empresarios inescrupulosos, lo único que produce son crisis cada vez más explosivas.
No me agrada decir esto. Sin embargo, alguien tiene que decirlo. La administración actual de Bogotá es una administración basura, que ha generado en el 85 por ciento de los ciudadanos (cifra en aumento) el deseo de que el alcalde Peñalosa se vaya. Por tal motivo se realizará el próximo 27 de febrero en la plaza de Bolívar una reunión de miles de ciudadanos de diferentes sexos, profesiones, oficios, edades, etc., que van a decirle respetuosamente al señor alcalde mayor un no rotundo a su descabellado Plan de Desarrollo. No al Transmilenio por la 7.a, no al obsoleto metro elevado, no a la destrucción de la reserva ecológica Thomas van der Hammen, no a la tala masiva de árboles para anchar vías que en un dos por tres seguirán siendo insuficientes, con más carros, más trancones y menos aire fresco para respirar, porque ya no tienen el oxígeno que les suministra una arborización frondosa y embellecedora.
Convocados por Unidos Revocamos a Peñalosa, moteros, Defendamos la Séptima, sindicatos de Aguas de Bogotá, Por la Defensa de la Thomas van der Hammen (TVDH), defensores del parque El Virrey (también sometido a una tala masiva de árboles) y asociaciones de personas con discapacidad, además de los varios cientos de ciudadanos con propiedades sobre la 7.a, que serán expropiados por la Administración en el propósito de embutir la troncal de TM en una vía que carece en absoluto de capacidad para ese tipo de corredores viales, estarán el próximo 27 de febrero en la plaza de Bolívar miles y miles de ciudadanos ‘melodramáticos’ para expresarle sus felicitaciones al señor Peñalosa por el ‘Premio a la ineptitud’ que la ha conferido el Philadelphia Center of Architecture, y para corear hasta el cansancio la divisa que campea en los muros de la Universidad Nacional: “¡Fuera Peñalosa!”.
ENRIQUE SANTOS MOLANO
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