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El sepelio del Plan Colombia

El retorno de Colombia al top de cultivos ilícitos, más que celebraciones, amerita reflexiones.

JUAN LOZANO
“Hoy se da una nueva bonanza coquera gracias a las exigencias de las Farc y las concesiones del Gobierno. Esto marca el fin del Plan Colombia”, dice el expresidente Andrés Pastrana a propósito de la extraña conmemoración que ha convocado el presidente Obama.
“Voy al entierro del Plan Colombia”, le dijo Pastrana a ‘El Espectador’. No le falta razón. Y se entiende su nostalgia tras los enormes éxitos en materia social y militar que pudo cosechar en sus mejores años, antes de que se firmara la partida de defunción de este cadáver que quieren resucitar. Tal como pasa en el cementerio Central, por más que le lleven mariachis al difunto, forren el ataúd con terciopelos colorados y revienten varias gruesas de voladores de ocho totes, el muerto no resucita y muerto se queda.
Y no deja de ser paradójico que precisamente cuando Colombia regresa al oprobioso top de los países con cultivos ilícitos, Obama decida hacer una conmemoración, como si semejante resultado fuera digno de festejo alguno.
En esta temporada electoral, puede incluso terminar pasándoles una costosa factura a los demócratas en Estados Unidos. Sostienen algunos republicanos que hay una actitud tolerante del gobierno Obama con las laxas exigencias en materia de desmonte del narcotráfico de las Farc y que eso convalida su narcoaccionar, que tiene como destinatarios y víctimas a los consumidores gringos.
El mismo Pastrana lo dice: “El presidente Obama enfrenta la decisión de... apoyar o no nuevas políticas que triplicaron la producción de coca enviada a Estados Unidos por razón de las exigencias del mismo cartel que las produce y comercializa: las Farc. Que Estados Unidos avalara sin contraprestación alguna la amnistía a un grupo terrorista, supercartel de drogas, socio de Al Qaeda y el ‘Chapo’ Guzmán, sería un hito”.
Por eso, el pronóstico de la cita es reservado en materia de resurrección o reorientación del Plan Colombia y de asignación de fondos. No habrá un abrazo múltiple entre Obama, Santos, Uribe, Bush, Pastrana y Clinton. Es altamente improbable que Bush y Uribe asistan, Pastrana no llegará con vestido de fiesta, sino de velorio, y Obama deberá ser prudente para no darles más papaya a los candidatos republicanos.
Más allá de las prematuras solicitudes de Santos en materia de extradición y para que excluyan a las Farc de las listas de terroristas mientras persisten en crímenes de lesa humanidad, como el reclutamiento de menores, un tema de fondo, en Estados Unidos y Colombia, es la sostenibilidad de un proceso de paz que no exija compromisos serios y acciones contundentes para combatir el narcotráfico.
El narcotráfico ha sido el combustible de todos los grupos asesinos que han azotado a Colombia. Ha sido el combustible de los carteles vestidos de mafiosos, de los carteles vestidos de guerrilleros, de los carteles vestidos de paramilitares, de los carteles vestidos de bacrim y de los carteles que ya están mandando confeccionar su atuendo de farcrim.
Dirán que las Farc se comprometieron a dejar para siempre el narcotráfico. No obstante, ponen en entredicho esa voluntad las evidencias recientes sobre el crecimiento de los cultivos ilícitos, las sospechosas operaciones que los podrían vincular con el ‘cartel de los soles’ de Venezuela, los costosos bienes detectados en Costa Rica y los vínculos denunciados en Panamá con el cartel de Sinaloa y el ‘Chapo’ Guzmán.
Ojalá la presencia de Pastrana permita introducir correctivos en las negociaciones con las Farc sobre narcotráfico, para que después de firmar los acuerdos no nos vayamos a quedar solo con fotos de Santos y ‘Timochenko’, facturas multimillonarias de un incierto posconflicto para pagar con cargo a nuestros impuestos y carteles de narcotráfico rebautizados a partir de las estructuras sin desmontar de las Farc, engendrando nuevas violencias en Colombia.
JUAN LOZANO
@JuanLozano_R
JUAN LOZANO
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