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El regreso de Luis Carlos Restrepo a la paz

¿Será posible que este mensaje mueva la grandeza humana de quienes dialogan por la paz?

Luis Carlos Restrepo ha sido un buscador de paz, cuestionado y polémico en la desmovilización de paramilitares y guerrilleros. Se vinculó al uribismo convencido de que asumía una concepción del Estado necesaria para Colombia.
Es incómodo en el Centro Democrático. Demasiado libre para aceptar el argumento de autoridad de que las cosas son verdad porque las dijo el jefe; tiene la virtud de la lealtad y su decisión de unirse al líder no fue solo intelectual, sino también afectiva. Pienso que Álvaro Uribe captó esto cuando le pidió que fuera su consejero.
Vive el drama de los que se juegan por la paz: ser signo de contradicción y abrirse paso entre la tenaza que encierra a la sociedad en el conflicto armado. No es de extrañar que sea interpretado con la mirada conspirativa de la política del país polarizado, desde la que muchos se preguntan: ¿qué trama Luis Carlos Restrepo al hablar de paz?
No he conversado con Luis Carlos. Estoy convencido de que busca el fin del conflicto armado y de que lo hace por encima de su causa personal y jurídica, para mostrar que en el momento extraordinario del país y del continente hay que contribuir a la negociación política para terminar las confrontaciones que vulneran la vida y la dignidad.
Su gesto es una invitación a la grandeza humana. En medio del dolor de millones de víctimas en el que todos tenemos alguna responsabilidad, en el escenario de décadas de política donde al lado de buenas intenciones se dan deslealtades, mentiras, chuzadas, hackers, manipulaciones, ‘mermeladas’ y alianzas con poderes corruptos y narcos, Luis Carlos, que es parte responsable de esta tragedia y la conoce y la sufre, vuelve para dejar claro que tiene una responsabilidad mayor con la paz y ha decidido cumplirla.
Repaso con frecuencia la complejidad de sus acciones para acabar con el paramilitarismo. Vi desmovilizados verdaderos y falsos. Le reclamé por apoyar a la Asociación de Municipios Amigos de la Paz, creada por las Auc; le protesté por el tratamiento dado a los asesinos a garrote de la maestra Cecilia Lazo y su niña Shirley. Experimenté la brutalidad de la terrible estructura del Bloque Central Bolívar (BCB) y los macabros asesinatos de 25 compañeros del Programa del Magdalena Medio, donde también 4 fueron asesinados por la guerrilla. Las actuales ‘bacrim’, con todo su terror, están lejos del tamaño y la legitimidad real con que se desplazaba el BCB con tropas, jeeps, helicópteros y armas sofisticadas masacrando y “limpiando”, con apoyo fatal de miembros de la Fuerza Pública. Conozco las dificultades, riesgos y ambigüedades para enfrentar este aparato del mal y soy testigo de que el Bloque Central Bolívar, como poder militar y político criminal, se acabó por la acción decidida de Luis Carlos.
Hoy, cuando escucho su opinión sobre la importancia del proceso de La Habana y la no necesidad de refrendación de los acuerdos y el debate que desata, lo que valoro es el mensaje de su gesto, que convoca a una cumbre de magnanimidad por Colombia.
Mandela escribió en su biografía que hay un momento en que el líder debe dar un paso solitario, a sabiendas de que su grupo no puede entenderlo ni seguirlo inmediatamente; y al salir de 27 años de cárcel les dijo a sus camaradas: “Hay que hablar con el enemigo”, y empezó. Ese acto solitario precipitó la paz en Sudáfrica. En Colombia ya se habla con la guerrilla. Falta que el líder del partido de oposición al proceso de La Habana dé el paso para hablar con su adversario político. ¿Será posible que este mensaje de Luis Carlos mueva la grandeza humana de quienes tienen que dialogar para que la paz sea sólida y sostenible en Colombia? 
Francisco de Roux
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