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El Lamborghini de Piter

Si no logramos lo que queremos, es más fácil responsabilizar a los otros que asumir nuestras fallas.

¿Vio la noticia que decía que el humorista Piter Albeiro había comprado un Lamborghini? A mí me cogió desayunando un viernes y me amargó el fin de semana. Resentido como soy, me dio envidia, y luego, cuando leí que no era el primero, sino el segundo que compraba, la envidia se convirtió en veneno.
No tengo carro y cada tanto pienso en comprar uno, porque un carro es de esas cosas que te hacen sentir más hombre. Dice un amigo que un carro es el tercer testículo. Pasa que los inseguros nos sentimos inferiores ante cualquiera, así que apelamos a lo que sea con tal de no creernos menos. Y aunque un carro me subiría la autoestima, tener uno en Bogotá significa un descenso en la calidad de vida. Además, solo la gente puede hacernos felices o infelices, así que uno acaba aburriéndose de las posesiones que ayudan a subir el ánimo: celulares, computadores, ropa; carros también. Entretienen por un rato, pero terminan careciendo de sentido y nos vuelven a dejar a solas. Por eso las mujeres no superan una tusa ni llenándose de zapatos.
El hecho es que mi idea de comprar un carro se fue al carajo por culpa de Piter Albeiro, porque no hay forma de competir con dos Lamborghinis. Me siento poco valorado y mal pagado, por eso me resiento cuando le va bien a alguien a quien considero inferior. Me pasa igual con los que cobran de más; yo también quisiera vivir de cobrar de más, pero ocurre que soy periodista y me toca cobrar de menos.
Yo tengo una lista de gente a la que ‘trolleo’ en redes sociales, gente que ha logrado más que yo, porque uno envidia al que considera que está por encima en la escala social, nunca al que está por debajo. Lo raro es que esas cosas se devuelven, y hay personas que me la montan cada vez que pueden. Seguro también me envidian, aunque ignoro qué.
Y aquí es donde entra mi sicóloga, que me ha enseñado varias cosas. A respirar, de arranque. Suena fácil, pero inhalar y exhalar con ritmo es de lo complicado que hay. Si lo hiciéramos, tendríamos muchas cosas bajo control. Luego viene eso de que todo arranca de uno mismo. Si usted no ha logrado lo que quiere, es por culpa suya, no de los demás; lo que pasa es que es más fácil responsabilizar a los otros que asumir nuestras fallas. Por eso yo no aguanto a Piter Albeiro y usted no soporta a alguien más. En terapia, he aprendido también que la rabia es dolor transformado y que hay que obrar desde el amor y no desde el miedo, pero que es el miedo lo que nos domina. Y sobre todo he entendido que tenemos que ser honestos con nosotros mismos. El mundo está lleno de gente que se vive diciendo mentiras, que posa de feliz pero es infeliz. ¿Cuántas veces hemos dicho que nos gusta nuestro trabajo o la persona con la que estamos, sabiendo que en el fondo es mentira?
Pues eso, que la vida va mejor si dejamos los pajazos mentales y si en vez de repartir odio repartimos amor. Dicho esto, no me queda otra que reconocer que admiro a Piter Albeiro. De corazón. Entiendo que aunque no me guste, ha luchado por lo que tiene. Entonces si quiere un Lamborghini, está bien. Ojalá tenga para comprarse el tercero, si eso es lo que desea.
Mi sicóloga tiene muchos pacientes, incluidos varios políticos. Me confesó que son los que peor están y que, aun así, son los que manejan el país. ¿Pues cómo no van a estar enfermos si obran desde la codicia y no desde el corazón? Basta con ver a Santos, a Uribe, a Petro, a Clara López para entender que toda esa gente está enferma. A ellos cuatro les voy a dar el teléfono de mi sicóloga, y de paso a Piter Albeiro, porque si todos aplicáramos lo que ella enseña, nadie querría meterse a político. Ni comprarse un Lamborghini.
Adolfo Zableh Durán
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