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El clima de la cumbre

Los científicos suelen ir tras la verdad y por ello no salieron satisfechos de los acuerdos de París

Para saber cómo le fue al aporreado planeta en la cumbre del clima basta ver cómo fue el clima final de la cumbre. Hubo dos reacciones: una, la de los políticos y otra, la de los científicos y los verdaderos ‘amadores’ de la Tierra. Los primeros declararon su satisfacción, y ya con esto podemos deducir que aquello no fue la maravilla que dicen. Cuando los políticos están contentos, es “señal de indicio” como decía mi madre. Basta ver qué pone felices a los políticos.
Los segundos, los científicos, suelen ir tras la verdad y por ello no salieron satisfechos de los acuerdos de París. Y si polucionadores del planeta como EE. UU., China, India y Brasil, las grandes compañías industriales, el sector automotor, el gran capital y los petroleros salieron felices de París, es porque los acuerdos los favorecen y seguirán atentando contra el planeta. Estos argumentos por sí solos, siendo realistas y no locamente optimistas, nos dicen qué incierto futuro tendrán nuestros hijos sobre la Tierra.
Los textos hay que leerlos con cabeza fría y no con el deseo. Los compromisos se dejan para después del 2020 y las grandes decisiones, para después del 2030. El planeta es un enfermo grave, y como a tal se lo debe llevar a urgencias y atenderlo inmediatamente. Con lo adoptado en París, aun cumpliéndolo, no se llega a evitar ni siquiera el calentamiento de 1,5 grados.
Se destinarán (ojalá, eso dice el texto) 100.000 millones de dólares para los cometidos. La Agencia Internacional de Energía dice que para lograr siquiera el anhelado tope de 1,5 grados serían precisos mil miles de millones, es decir, diez veces más de aquí al 2020, o sea, dentro de cinco años. El texto habla de “reducir lo antes posible”. Frase ambigua, simpática, no vinculante.
Queda también claro que cada país debe trazar su plan de ruta. En el caso colombiano, el presidente Santos se comprometió a acabar con la deforestación de la Amazonia. O iluso, o mentiroso, o ambas cosas. Oyéndolo, me acordé del aforismo aquel que dice: “Gobernar es mentir y mentir para poder gobernar”. Mentiroso, porque para acabar con la tala de la selva es preciso acabar con la siembra de coca, con la minería ilegal, con la potrerización para la ganadería, con la tala para la subsistencia, con la tala para la agricultura. Y sabemos que esto no se va a lograr. Iluso, si cree que va a lograrlo. La sola lucha contra los cultivos y el narcotráfico es casi la de David contra Goliat y contra el mundo, y esta vez está perdiendo David.
Siempre he dicho que el potrero es el principio del desierto. El Ideam (suponemos que es un instituto serio y que nunca se equivoca) dijo que en el 2014 se talaron 140.000 hectáreas, lo que arroja 16 hectáreas por hora. Y para lograr que los campesinos y colonos dejen de talar hay que proporcionarles alternativas. ¿Eso se hará?
Espero que el Presidente vaya a la selva y vea lo que yo he visto, peruanos que pasan el río Putumayo y talan sin compasión. A un funcionario colombiano que amenazó con denunciarlos ellos le contestaron que tenían poderosos intercesores ante el Gobierno colombiano. En estas condiciones, a mí me daría vergüenza comprometerme a recibir la millonada en dólares que nos ofrecen Alemania, Noruega y Reino Unido para que la deforestación se acabe definitivamente en la Amazonia, y me daría vergüenza porque sé que no puedo cumplir con la promesa. Pero... una cosa también es cierta: todos los colombianos debemos comprometernos, sí o sí, en salvar a Colombia y al planeta. Es cuestión de vida o muerte.
Andrés Hurtado García
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