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El 2014 no termina mal

Las cosas no andan tan mal, no todas gracias al Gobierno, pero sí porque ha hecho algunas tareas.

Rudolf Hommes
El clima de opinión a final de este año es raro. Por una parte hay un descontento con la Administración, soterrado, pero bastante generalizado, y la percepción, también ampliamente compartida, es que el Gobierno no ejecuta. La mayoría de los ministerios parecen acápites. Pero las cosas no andan tan mal, no todas gracias al Gobierno, pero sí porque ha hecho algunas tareas bien, al contrario de lo que piensan los opositores y los descontentos.
La economía, por ejemplo, va a terminar el año con uno de los mejores desempeños del continente. El crecimiento parece que va a superar el 4,5 por ciento en el año, con una caída importante del desempleo y un aumento de la inversión, en gran parte porque ha despegado la inversión pública. El consumo crece adecuadamente y no hay un auge de la inflación. La tasa de cambio se ha corregido, probablemente más de lo que es necesario, pero silenciosamente se ha producido un ajuste que hace más competitivos los productos nacionales en el exterior y más costosas las importaciones. La reforma tributaria que se acaba de aprobar no le gusta a nadie; a causa de ella va a aumentar el desempleo y a caer la producción, pero, si le creemos al Ministro de Hacienda, va a contribuir a tapar el hueco fiscal. Esto es algo que puede que no consiga que la gente deje de rezongar, pero sí que duerma con tranquilidad. La clave, y también la incógnita, es que la reforma efectivamente eleve el recaudo, que será lo que sirva para juzgar su bondad.
En el campo legislativo, el vaso quedó medio lleno. Se aprobaron la Alianza del Pacífico y el TLC con Corea. Avanzó la supresión de la reelección del Presidente previendo que un acto legislativo no puede revivirla, lo que puede ser todavía un espejismo, pero no desdice de la voluntad del Gobierno de cumplir. Se pasó a la Presidencia la capacidad nominadora que tenían las cortes, excepto en el caso del Procurador, que sigue utilizando su capacidad de repartir puestos entre cónyuges y parientes de legisladores y magistrados para mantener su poder. Se elimina el ‘carrusel’ de las altas cortes y se avanzó marginalmente en asegurar que la corrupción a alto nivel sea investigada y que, por lo menos en el caso de los congresistas, quede su silla vacía cuando la corrupción involucra dolo. Pero no se suprimió el Consejo Superior de la Judicatura, que es donde se refugian algunas de las personalidades más corruptas de esa rama del poder público, sino que se le cambió el nombre, como si se tratara de un alias, y no se avanzó mucho más en la reforma de la justicia.
La paz ha producido mucho desconcierto y maledicencia. Da la impresión de que el país esté ya “jarto” con el proceso y no aguante más dilaciones, ni que las reuniones de La Habana se conviertan progresivamente en un espectáculo. La oferta que han hecho las Farc de cesar indefinidamente el fuego puede ser un verdadero paso adelante si la cumplen, pero también, una píldora envenenada, porque puede obligar al Gobierno a levantarse de la mesa por episodios que no controlan, y les da oportunidades a los opositores agazapados de la paz de crear falsas violaciones.
De la Calle y sus colegas creen que el ambiente es positivo y no hay razones para no creerles, pero muchas para que se apuren. El avance en las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos posiblemente le imponga otro ritmo a la negociación porque va a incrementar la urgencia y la sensación de inseguridad de los negociadores de la guerrilla con gringos rondando en el territorio.
* * * *
Les deseo a los lectores unas felices fiestas. Vuelvo a escribir el 18 de enero (s. D. q.).
Rudolf Hommes
Rudolf Hommes
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