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Peajes abusivos

El embudo en los peajes genera monumentales trancones que añaden varias horas extra a un viaje.

Eduardo Behrentz
En uno de los puentes festivos del pasado mes de noviembre, en la carretera que une a Bogotá con Melgar, padecí junto a miles de viajeros los efectos de la falsa promesa que representó dicha obra de infraestructura en el país: un trancón de más de seis horas (para un trayecto que debía durar dos horas y media) en el que fui compañero de angustias de numerosas familias con niños pequeños que tenían que madrugar a sus deberes escolares y laborales el día siguiente. También de decenas de conductores cuyos vehículos empezaron a fallar mecánicamente en medio de la tediosa situación de detenerse y reiniciar la marcha del motor de forma frecuente y por tan largo período de tiempo. Muchos de mis lectores lograrán identificarse con semejante coctel de indignación e impotencia.
No fue sorpresa para los miles de conductores encontrarnos con la causa de los kilómetros y kilómetros de atascamiento: los peajes. Y esto de manera injustificada, abusiva e ilegítima, pues la baja velocidad en nuestras carreteras (que para el caso en referencia fue de 15 kilómetros por hora, menos de lo que se observa típicamente en la Avenida Caracas) suele ser consecuencia de una condición antitécnica en la operación de las concesiones viales: el efecto embudo en las estaciones de cobro que generan monumentales trancones que añaden varias horas extra al tiempo de desplazamiento.

Lo que no se entiende del mencionado estado de inoperancia es que, en la actualidad, el país tiene una veintena de concesiones viales con menos de 100 estaciones de peaje.

Lo que los ciudadanos que leen estas letras deben saber es que esta macondiana situación contradice los términos de las condiciones de operación y mantenimiento de las concesiones viales, las cuales enfrentan (en teoría) multas y sanciones en caso de presentarse represamiento vehicular en las estaciones de cobro. Si bien no existe en Colombia una regla estandarizada al respecto (como sí ocurre en otros países de la región), el represamiento de más de 5 o 10 vehículos en un mismo carril a la llegada a un peaje viola términos contractuales de calidad del servicio, existiendo en los contratos acciones de contingencia que incluyen el levantamiento temporal de las talanqueras mientras se normaliza el flujo. En otras palabras, quienes viajamos por tierra no deberíamos padecer eternos trancones por cuenta de un peaje.
Tristemente nuestras autoridades poco han hecho al respecto, con excepciones valerosas como la del General Luis Alberto Moore, quien para la temporada decembrina 2008-2009 y como Director de Tránsito y Transporte de la Policía Nacional, ordenó el levantamiento de las talanqueras en varias entradas de Bogotá por cuenta del colapso vial. Lo que no se entiende del mencionado estado de inoperancia es que, en la actualidad, el país tiene una veintena de concesiones viales con menos de 100 estaciones de peaje, lo que no parece un número que justifique la incapacidad de vigilancia y control ni de los interventores de los contratos ni de las autoridades de tránsito. Menos aun cuando varias de estas estaciones logran recaudos que se tasan en centenares de millones de pesos al día y deberían garantizar la prestación de un servicio digno.
Como ciudadano usuario de las carreteras nacionales en esta temporada de fin de año, exijo que los concesionarios viales cumplan con su obligación de poner en marcha medidas eficaces que impidan que se nos agüe el momento de celebración a tantos colombianos. Asimismo, invito a los viajeros a empoderarse para denunciar, en tiempo real, todo represamiento a través de las redes sociales. Finalmente, un sentido llamado al General Ramiro Castrillón para que haga valer nuestros derechos y garantice que los peajes no sean generadores de trancón. No es un favor. Es un deber de las autoridades hacer cumplir esto.
EDUARDO BEHRENTZ
Eduardo Behrentz
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