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Bogotá y Medellín seguirán contaminadas

Todos hablan de un mundo libre de cambio climático, pero no es más que prosa electoral.

A juzgar por las acciones de las alcaldías y autoridades ambientales de carácter local, las principales ciudades del país, en particular Bogotá y Medellín, seguirán enfrentando severas condiciones de contaminación atmosférica en años por venir. No obstante tratarse de algo que genera interés ciudadano y contarse con plena evidencia científica y económica para que sea definido como prioritario en las políticas urbanas, nuestros gobernantes no se dan por enterados. ¿Por qué se resisten a enfrentar este problema? Aquí presento unas posibles respuestas.
1. Porque las políticas ambientales no interesan realmente. La variable ambiental sigue siendo convidada de piedra en los planes de gobierno. Hoy en día, quienes aspiran al poder deben incluir discursos verdes para captar el voto joven de opinión. Todos hablan de un mundo libre de cambio climático y de la importancia del agua y otros recursos, pero no es más que prosa electoral. Un refrán de la cultura norteamericana reza que “uno debe poner su dinero en donde está su boca”. Aquí distamos mucho de tal mandato. En una ciudad como Bogotá, el sector ambiental representa menos del 1 % del presupuesto oficial, siendo esta cifra típica entre grandes ciudades del país. El discurso que no viene acompañado de presupuesto es populismo ambiental.
2. Porque nos falta capacidad técnica. Incluso en aquellos casos en los que existe algo de voluntad política, no siempre se ha logrado acompañarla de medidas efectivas. Hablando de emisiones tóxicas, los voceros oficiales suelen hablar de los millones de vehículos que transitan por las ciudades para hacer llamados grandilocuentes a la responsabilidad y la necesidad de restringir el automotor privado. Si bien esto puede tener sentido desde alguna mirada, no lo es en lo referente a la calidad del aire urbano. Lo sabemos con certeza: el problema tiene que ver con las partículas microscópicas (llamadas PM2.5) provenientes principalmente de vehículos diésel que carecen de tecnologías de control de emisiones. Podemos seguir expandiendo medidas como el pico y placa hasta 20 horas diarias para el 90 por ciento de los vehículos, y la contaminación continuará rampante.
3. Porque resulta más cómodo culpar a otros. La excusa más vieja para los gobiernos locales ha sido responsabilizar de todo a Ecopetrol. Es cierta la relación entre calidad de combustibles y polución del aire, pero culpar a esta empresa es un lugar común que solo sirve para comunicados y titulares de prensa. En la actualidad, el combustible que se vende en Colombia es suficientemente bueno para que la flota diésel pudiese contar con tecnologías tipo Euro IV, lo que representaría reducciones en emisiones de partículas superiores al 85 %. Algunos abogan por ir más lejos (llegar a Euro VI para lograr reducciones superiores al 90 %), pero esto es un distractor oportunista que no tiene justificación en su costo-eficiencia ni en sus plazos de implementación. Es falsa la necesidad de que el combustible colombiano deba ser igual que en California, mientras que por el país circulan centenares de miles de buses y camiones viejos que ya se encuentran prohibidos en Bolivia.

En Bogotá, el sector ambiental representa menos del 1 % del presupuesto oficial, siendo esta cifra típica en otras ciudades. El discurso que no viene acompañado de presupuesto es populismo ambiental.

Hay más razones, incluyendo la incapacidad de planear a largo plazo y el pobre liderazgo ambiental del Gobierno Nacional, pero antes de finalizar esta pieza encuentro útil hacer referencia a las elecciones del próximo domingo. Los ciudadanos que valoran la calidad ambiental urbana pueden investigar cuáles congresistas y candidatos tienen real capacidad y voluntad de hacer algo al respecto. Es grande la tarea desde la Rama Legislativa, y pocos allí que crean en la importancia de lo aquí descrito. Visite Congreso Visible (http://www.congresovisible.org/) y busque por ’emisiones’.
EDUARDO BEHRENTZ
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