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A billones de distancia

Los desafíos que tenemos para ponernos a tono con los países desarrollados son titánicos.

Eduardo Behrentz
Si bien no es noticia que existen grandes brechas que separan a Colombia de los estándares y calidad de vida que se observan en las principales economías del mundo, siempre resulta revelador poder exponerse a tales brechas de manera directa. En el marco de la cooperación que existe con Alemania, un grupo de colombianos (incluyendo representantes del Gobierno Nacional, gobiernos municipales, del Congreso y la academia) fuimos invitados a ese país por la Fundación Konrad Adenauer, para ser parte de su programa de estudios y diálogos en temas de infraestructura logística y movilidad urbana.
A través de esta experiencia, la conocida realidad se nos torna irrefutable y algo sombría: los desafíos que tenemos para ponernos a tono con los países desarrollados son titánicos. Por ejemplo, como resultado de una política de Estado de largo plazo, enfocada a convertirse en una sociedad basada en la innovación y la generación de valor agregado, Alemania se ubica en la primera posición mundial del índice de desempeño logístico (LPI por sus siglas en inglés), denotando su inmensa capacidad productiva. Para lograr esto, la cuarta economía del mundo invierte anualmente el equivalente a 50 billones de pesos del presupuesto federal en la construcción, mantenimiento y operación subsidiada de su infraestructura de logística y transporte. Solo el sector ferroviario, considerado de importancia estratégica y geopolítica, recibe del gobierno central más de 15 billones de pesos al año para ampliar y mejorar su red de más de 35.000 kilómetros de extensión.
Otra referencia similar tiene que ver con las cifras asociadas con la movilidad de su capital Berlín. Allí viven 3,5 millones de personas que hacen 10 millones de viajes al día, el 25 % de estos en el sistema de transporte público. Para atender esta demanda (que equivale a la mitad de la que se observa en Bogotá), se cuenta con 10 líneas de metro subterráneo, 15 líneas de tranvía superficial y varios miles de buses alimentadores que circulan por carriles preferenciales. Para esto se requiere un precio de viaje individual de 2,7 euros (casi 9.000 pesos) en conjunto con subsidios provenientes del gobierno central por 1,5 billones de pesos anuales. Esto significa que el costo total por viaje (incluyendo infraestructura, operación y subsidios) es 700 % mayor al valor de la tarifa pagada por los usuarios de los sistemas integrados de las principales ciudades de Colombia.
Estas comparaciones nos llevan al ineludible debate de cómo priorizar la distribución del erario público en Colombia. Tal y como se muestra, las inversiones para generar condiciones que nos permitan una verdadera competitividad se cuentan en decenas de billones, lo que consumiría buena parte de los recursos estatales. No obstante, es claro que sin ese tipo de inversiones resulta quimérico pretender competir por nichos de mercado de interés para naciones desarrolladas.
En consecuencia, urge conciliar las prioridades de gasto del presupuesto nacional, las cuales deben fundamentarse en una planificación integral de largo plazo que resista los cambios de gobierno. En ninguna sociedad hay recursos plenos para todos los sectores y por ello requerimos escoger primero cuál será nuestra ruta de desarrollo. Si somos exitosos, la nueva capacidad de generar riqueza será instrumento para resolver otros desafíos.
Tal vez sea este uno de los primeros elementos para incluir en el gran acuerdo nacional que se derive del proceso de paz: el gasto público debe ser eficaz y eficientemente enfocado a lograr avances concretos en temas estratégicos. Alemania optó hace 60 años por el fortalecimiento de su economía productiva. ¿Cuál será nuestra apuesta?
Eduardo Behrentz
Eduardo Behrentz
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