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Diplomacia clandestina

La guerra no es una opción con Venezuela. Sí, una diplomacia más firme, que nos haga respetar.

Equivocadamente, la diplomacia colombiana se ha movido entre dos extremos en las relaciones Santos-Maduro: no incomodar con nada al Presidente venezolano para que no nos saque los tanques o para que no se tire el proceso de La Habana, a cambio de agachar siempre la cabeza ante sus agresiones. Pero, francamente, creo que entre la abyección y la guerra hay otras opciones. Una diplomacia intermedia, de mayor firmeza, con la que deberíamos hacernos respetar.
Esta semana, Maduro cerró la frontera y, como es costumbre, la Cancillería reaccionó dócilmente calificándola como “una medida soberana del Gobierno venezolano”. Pues claro. ¿Pero era obligatoria? Fue una hostilidad innecesaria.
La Cancillería guarda silencio ante las amenazas de Maduro de meter preso a un ex- presidente colombiano; silencio ante las acusaciones de que estamos exportando paramilitares como un plan premeditado para desestabilizarlo; y el viernes, la canciller Holguín solo atinó a decir “queremos que Venezuela esté bien” ante las declaraciones insólitas de Maduro de que hordas de colombianos miserables (más de 5 millones) han emigrado hacia Venezuela y están poniendo al país al límite. El Presidente tuvo que poner en duda la cifra, porque si tantos colombianos se han ido a vivir a Venezuela, quedaría muy mal su gobierno. ¡Qué tal Maduro, el representante del socialismo del siglo XXI, asegurando que le están “llenando de pobres” a su país! ¡Que desde Colombia le exportamos zarrapastrosos, como dice Donald Trump sobre los mexicanos en EE. UU! Más aún: cuando Maduro compara la situación colombo-venezolana con la trágica crisis humanitaria que están viviendo los europeos con el éxodo africano y asiático, revela su nivel de ramplonería. Son declaraciones agresivas, denigrantes de la nación colombiana y mentirosas que nos tragamos porque Maduro busca convertirnos en caballito de batalla en las próximas elecciones, a las que llegará muy débil su gobierno. Pero aun sin elecciones, se la pasa midiéndonos el aceite. Hasta pretendió darnos un zarpazo territorial fronterizo, cuyo peligro sigue latente, así la Canciller cohoneste que algunos de sus subalternos embajadores, desesperados por ser mantenidos o promovidos en sus cargos, lo nieguen servilmente en cartas a los periódicos.
Esta semana, además, el presidente nicaragüense, Daniel Ortega, anunció que adquirirá “mayores y mejores medios navales” para aumentar su presencia militar en el mar. ¿Qué dijo ante eso nuestra Canciller? Que “Nicaragua tiene que reforzar su flota, en su lucha contra el narcotráfico y los migrantes del Caribe”. ¿Desde cuándo una canciller de Colombia opina acerca de cuánta presencia militar debe desplegar Nicaragua en el mar Caribe, donde tiene con Colombia aguas en disputa?
En septiembre se inician dos audiencias internacionales muy peligrosas para nosotros, relacionadas con las dos demandas nuevas que nos metió Nicaragua, una por incumplimiento del fallo de La Haya, y la otra porque quiere ampliar su plataforma continental a costa de quitarnos más territorio. Si perdemos la primera, nos podría costar una millonaria indemnización por perjuicios a Nicaragua. Si perdemos la segunda, Ortega nos despojaría de aguas que contienen valiosos depósitos de gas y petróleo.
Aunque hay temas confidenciales por motivos de seguridad nacional, no se entiende por qué la diplomacia colombiana en este Gobierno se ha manejado de manera casi clandestina. Nunca sabemos nada, si no lo descubrimos a la fuerza. Del diferendo con Nicaragua, esta es la hora en que no nos han dicho con claridad cuáles abogados tiene contratados el Gobierno para defendernos, ni quiénes serán nuestros jueces ad hoc en el Tribunal de La Haya para estos dos pleitos. Sabemos más de Nicaragua, que designó al expresidente francés de la Corte Internacional Gilbert Guillaume y al ruso Leonid Skotnikov. ¿Será el mismo que fue hasta febrero de este año magistrado de esa misma Corte? ¿Y que, por lo tanto, ya condenó a Colombia? ¿Y no lo hemos recusado?
De la primera derrota con Nicaragua nadie está incriminando a este Gobierno. Pero si llegamos a perder alguna de las demandas nuevas, la diplomacia secreta de la canciller Holguín tendrá que responder muchas preguntas.
Entre tanto.... ¿cuánto se le han robado y cuánto más se le robarán a la línea de emergencia 123 en Bogotá?
MARÍA ISABEL RUEDA
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