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Diálogo en Venezuela

¿Bajo qué condiciones puede prosperar el diálogo? ¿Qué puede esperarse de estas negociaciones?

Tras la mediación del Vaticano, Gobierno y oposición en Venezuela se han sentado a dialogar con el fin de buscarle salidas a una prolongada crisis que tiene al país al borde del colapso. Un importante sector de la oposición se marginó de la primera reunión. ¿Bajo qué condiciones puede prosperar el diálogo propuesto? ¿Qué puede esperarse de estas negociaciones?
Ante todo, importa considerar la gravedad de los problemas que hoy aquejan a Venezuela. Difícil minimizarlos. A sus serias dimensiones hay que sumar su amplio espectro: cubren la economía, la sociedad, la política... Y hay que sumar también su larga y extraordinaria duración.
Las expresiones más recientes de esta crisis extendida se originan en la decisión de las autoridades electorales, controladas por el Gobierno, de suspender el proceso del referendo revocatorio el pasado 20 de octubre. Ha sido la última de una serie de medidas para impedir el revocatorio que tienen al presidente Maduro y al régimen contra las cuerdas. No fue simplemente una medida más. Los tiempos corren.
Si el referendo tiene lugar antes de enero del 2017 y el electorado decide revocarle el poder a Maduro (lo que predicen las encuestas, por abrumadora mayoría), habría nuevas elecciones presidenciales. Si el referendo solo puede convocarse después de esa fecha, y Maduro también lo pierde, el poder quedaría entonces en manos de su vicepresidente y copartidario, hasta que se cumpla el actual ciclo electoral del Ejecutivo, en el 2018.
No ha sido tampoco una medida aislada. Desde la aplastante derrota del Gobierno en las elecciones parlamentarias de diciembre pasado, Maduro se ha resistido a reconocer la autoridad de la Asamblea Nacional, desde entonces en manos de la oposición. Se apoya en el Tribunal Supremo de Justicia, que está, como el Consejo Nacional Electoral, bajo su control.
La oposición y la prensa se encuentran acorraladas por medidas detalladas en la carta de 123 páginas que le enviara Luis Almagro, secretario general de la OEA, al presidente Maduro en junio pasado.
Millares de personas se tomaron las calles de Caracas en impresionantes manifestaciones de protesta contra la suspensión del revocatorio. La oposición decidió cancelar, por el momento, otra marcha de protesta planeada en Miraflores, la sede presidencial, así como el juicio político contra Maduro anunciado por la Asamblea Nacional, tras la primera reunión promovida por el Vaticano y el gesto gubernamental de liberar algunos presos políticos.
Sectores importantes de la oposición han rehusado participar en los diálogos, por considerarlos una especie de “trampa” tendida por Maduro para “ganar tiempo”. Entre algunos analistas internacionales sobresale también el escepticismo. Ciertamente, la atmósfera política tras las primeras conversaciones no parece muy prometedora.
Hay que darle, sin embargo, oportunidad al diálogo. Como lo expresó un editorial de El Nacional, “la crisis del país es de tal magnitud que vale la pena transitar todos los caminos que la reduzcan a su mínima expresión”. Sobre todo, es necesario evitar que el conflicto desemboque en hechos trágicos de violencia.
Ante el hecho político del diálogo, dice El Nacional, “es razonable esperar”. Pero el periódico opositor adelanta de inmediato advertencias: “Diálogo sin RR (referendo revocatorio), no. Diálogo para que los presos políticos continúen encerrados, no. (...). Diálogo para que sigamos haciendo cola por medicinas y comida, no”.
El Vaticano, Unasur y los exjefes de gobiernos extranjeros, mediadores en el diálogo, con seguridad aprecian la urgencia de que se cumplan unas condiciones básicas para que el diálogo prospere.
Eduardo Posada Carbó
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