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Desnudar el pasado y curar las heridas

Las heridas no se sanan sin desnudar el pasado, procesar a los culpables y dignificar a las víctimas

Hoy, en lugar de miedo por el pasado lastrado con la violencia, los alemanes sienten que al afrontarlo en estos 70 años se han transformado y han logrado paz. Para compartir ese proceso, la Conferencia Episcopal alemana, atendiendo un pedido de su par colombiana, convocó a personas de ambos países a una reflexión sobre verdad, justicia y reparación, que se desarrolló en diálogos con estudiosos del tema y con parlamentarios (como Tom Koenigs, delegado para el proceso de paz en Colombia), y a través de visitas a lugares de memoria de las víctimas y del terror de los victimarios.
Encontrar la verdad y pedir perdón no ha sido fácil. Una vez derrotado el nazismo, primó el silencio frente al genocidio de millones de judíos, gitanos, homosexuales, comunistas, contradictores del régimen, enfermos mentales, discapacitados, negros, testigos de Jehová. Libros, películas, telenovelas y el movimiento estudiantil de 1968 ayudaron a crear condiciones para elaborar el pasado. Se atrevieron a interrogar. Abrir archivos permitió procesar responsables, crear espacios de memoria, promover conciencia colectiva y estudiar esa tragedia desde el colegio.
Clave ha sido la reiteración de gestos oficiales: Konrad Adenauer, en 1949, reconoció la responsabilidad de Alemania; Willy Brandt, en 1970, arrodillado ante el gueto de Varsovia, pidió perdón; lo reiteró el Presidente alemán en el 2000 ante el Parlamento de Israel; Ángela Merkel visitó Jerusalén en el 2005 y el 2008.
El historiador que expuso el papel de la Iglesia católica bajo el régimen nazi la mostró como parte del problema y de la solución. Inicialmente se declaró solo víctima, hasta que, en una carta pastoral, aceptó que muchos de sus miembros “cayeron en la tentación” de apoyar a criminales o ser indiferentes. Desde la academia se señaló al episcopado como cómplice por haberse limitado a preservar sus instituciones y no salir en la defensa de las víctimas, por haber colaborado con victimarios y esconder sus pecados detrás de los católicos que hicieron oposición o resistencia, mártires a los que dejó solos.
Luego, la Iglesia alemana emprendió un intenso trabajo de memoria interna. Abrió sus propios archivos. Un documento de los obispos estimuló el debate sobre cómo la Iglesia toleró o legitimó el régimen nazi, cómo fragilizó la sociedad al no formar un espíritu crítico capaz de entender y actuar, y cómo fue victimaria y víctima. El papa polaco Juan Pablo II pidió perdón por los pecados del Vaticano y la Iglesia católica contra el pueblo judío (Roma en 1986, Estrasburgo en 1988, Jerusalén ante el Muro de los Lamentos en el 2000); el papa alemán Benedicto XVI, en el 2007, visitó el campo de concentración de Ausch-witz y el memorial a los judíos en Viena para mostrar arrepentimiento.
El presidente de la Fundación Memoria, Responsabilidad y Futuro contó cómo han buscado –en territorios aliados o anexados por la Alemania nazi– a sobrevivientes de trabajos forzados en campos de exterminio, para indemnizarlos. Han funcionado dos fondos: uno, con recursos públicos y de empresas (sector reticente a reconocer sus culpas a pesar de que usufructuó el régimen); otro, de la Iglesia católica, para dignificar a trabajadores forzados a labores agrícolas, de cocina y limpieza en sus instalaciones.
Al compartir esas y otras historias –como las de la reunificación–, los anfitriones advierten que han avanzado, pero que no es un proceso concluido. Aún saltan la xenofobia, el racismo contra los migrantes. Esperan que su experiencia ayude a Colombia. En lugar de ocultar, negar o silenciar, cada sector tiene que asumir sus responsabilidades. Las heridas no se sanan sin desnudar el pasado, procesar a los culpables y dignificar a las víctimas.
Socorro Ramírez
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