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De marchas y crispaciones

En esta marcha, el Gobierno y sus aliados hicieron campaña para deslegitimarla.

FRANCISCO SANTOS
Una marcha o unas marchas son eventos especiales que unen unos sectores sociales en una causa común. Lo sé porque en 1996 promoví las marchas contra el secuestro y en 1999 las marchas del No Más contra las Farc, el Eln y los paramilitares.
Sentí algo en común con aquellos movimientos, la fraternidad y la fuerza colectiva. Pero, más preo-cupante, sentí algo que puede despedazar a este país, un nivel de crispación que si sigue por este camino va a tener consecuencias irreversibles que todos vamos a lamentar.
Sabíamos en la marcha que íbamos a tener opositores. Vimos en las redes sociales invitaciones. Por eso pedí flores en Bogotá para entregar a quienes en su espacio democrático nos gritaban ‘paramilitares’ y cuanto epíteto ya conocemos. A eso hemos llegado, a aceptar ese discurso radical e incendiario.
En la 7.ª con 34 había un grupo al otro lado de la calle como el mencionado. Me atravesé para ir a entregar las flores. No lo pude hacer. En medio de los gritos de “paracos asesinos” por un lado, escuchaba por el otro “nada a esos babosos guerrilleros”. Solo pude, desde la acera que divide la 7.ª, arrojar una rosa. Fracasé en el intento de tender la mano, lamentablemente.
Luego de la manifestación pacífica, en la que un grupo hasta limpió la plaza de Bolívar, dando ejemplo, empezaron desde los medios a incrementar esta crispación. Un caricaturista de un diario bogotano hizo del signo nazi un marchante, es decir que todos los que asistimos éramos unos nazis. Esto es algo que en otras épocas un director habría botado al cesto de la basura, a donde pertenece.
Que un fracaso, decía un director. Que ante la pírrica cobertura, sorprendente por cierto, de la mayoría de los medios había que minimizarla para no perder la ‘mermelada’, decían desde la otra orilla. Que me puede costar el puesto, decía otro comunicador. Y esto por una marcha que era una expresión pacífica de un grupo ciudadano hastiado de lo que considera un mal gobierno, apoyado por un partido con fuerza política que ha sido acorralado a través de decisiones judiciales.
No es nada anormal en una democracia expresarse de esta manera. Que antes solo lo hacía la izquierda es algo a lo que estábamos acostumbrados. Ahora se democratizó el uso de ese espacio social. ¿Acaso eso es malo?
Lo cierto es que la marcha muestra la debilidad de la discusión democrática y el mal llamado debate moderno, en el que las redes sociales generan un acelerador de agresividad que actúa como una caja de resonancia, llevando esta crispación y este enfrentamiento a niveles incendiarios.
No pretendo tirar la piedra y esconder la mano. Asumo mi propia responsabilidad. Con un ilegal proceso judicial encima y permanentes seguidores que no me bajan de ‘paraco’ y asesino de motosierra cada vez que me pronuncio en redes sociales. No he bloqueado a ninguno, y leo sus insultos con indiferencia y resignación. Pero lo de este fin de semana me preocupa, pues veo que las cosas van a más.
En esta marcha, el Gobierno y sus aliados hicieron campaña para deslegitimarla y buscar que fracasara. Ha elevado sus apuestas para silenciar la oposición, que con la marcha logra un respiro. Pero todos debemos buscar la manera de contribuir a un debate en el que las diferencias permanecen y, estoy seguro, no van a cambiar, pero no hacen de mi opositor un enemigo.
El Presidente de todos los colombianos debe dar ejemplo. ¿Y qué dijo de esta marcha? Que era una marcha de nostálgicos de la guerra. Mal augurio para este país.
FRANCISCO SANTOS
@pachosantoscal
FRANCISCO SANTOS
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