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La campesina más silenciosa y amenazada

Los pesticidas con nicotina están causando un holocausto entre las abejas.

Aprovechando que los colombianos acabamos de descubrir que los campesinos existen, quiero llevar la voz de una de las más antiguas, calladas, fructíferas, indispensables y laboriosas pobladoras del campo: la abeja. En el mundo entero, y sin duda en Colombia, las abejas corren peligro de desaparecer. Según pesquisas científicas, son víctimas de ciertos insecticidas y plaguicidas de nueva generación, los neonicotinoides, clorinicotinilos o nicopesticidas, que están devastando las colonias de abejas y afectando las de pájaros y ciertas especies acuáticas.
La abeja es clave en la naturaleza: no solo produce la miel y nos imparte lecciones de organización social, sino que transporta el polen que permite reproducirse a cientos de especies vegetales. El biólogo samario Juan Manuel Peláez, experto en polinización, explica que las abejas “mantienen activas muchas cadenas tróficas (nutricionales)” y agrega: “Muchos cultivos dependen de ellas para su producción, como café, tomates, pimentones, ají, berenjenas, fresas, guayabas… Muchas plantas y animales podrían desaparecer si se reduce drásticamente la población de abejas”.
Informes científicos recientes (Whitehorn y Goulson: U. de Stirling; Henry: Avignon; Mineau: ABC) demuestran que los nicopesticidas reducen el número de reinas en el panal (sin reinas no hay nuevos nidos), desorientan a las abejas (que no logran regresar a casa) y debilitan sus resistencias. Otras causas ambientales contribuyen al holocausto, pero los pesticidas son la más grave.
El deterioro en los pájaros es igual o peor. La fundación ornitológica American Bird Conservancy (ABC) indica que “basta un grano de maíz untado de un neonicotinoide para matar a un ruiseñor”. Con la décima parte de la dosis se afecta la producción de huevos.
Francia, Suiza, Italia, Eslovenia, Ucrania, Rusia y otros países vetaron hace meses los químicos abejicidas y avicidas. La Unión Europea se unió al clamor y acaba de prohibirlos. En Rusia toman tan en serio la amenaza que hace tres semanas el presidente Vladimir Putin estuvo a punto de no recibir al vicepresidente gringo como protesta por la protección que el gobierno norteamericano brinda a productores y exportadores de nicopesticidas. Varias entidades ambientalistas demandaron a la administración Obama, a la que acusan de “ignorar los signos claros de alarma de un sistema agrícola en peligro”.
Está publicado que Washington no reprime a los exterminadores de abejas y pájaros porque en el Gobierno tiene asiento un buen número de funcionarios vinculados antes a Monsanto, poderoso fabricante de estos venenos. También los producen Dow, DuPont y las casas europeas Bayer y Syngenta. Los principales asesinos de abejas y pájaros se llaman clotianidina, imidacloprid y tiametoxam, pero suelen disfrazarse con alias comerciales, como Actara y Cruiser.
¿Y Colombia? Colombia no sabe y no contesta. En nuestro país se vende clotianidina con la marca registrada de Poncho (espero que los tocayos Zuleta, Cotes y Rentería demanden a Bayer por abuso de nombre). También gozan de licencias oficiales tiametoxam e imidacloprid.
“Hay en el país más de mil especies de abejas y sería peligrosísimo que desaparecieran”, dice el biólogo Peláez. Lamentablemente, agrega, “aquí no tenemos ni idea de la importancia de las abejas”.
Por lo menos, el Gobierno debería saberlo. Por eso me permito formular las siguientes preguntas respetuosas a los ministros de Agricultura y de Ambiente:
* ¿Conocen el grave problema que afrontan abejas y aves debido, entre otros, a la amenaza de los nicopesticidas?
* ¿Han tomado alguna medida para contrarrestarlo?
* ¿Qué pesticidas neonicotinoides se venden en Colombia? ¿Cuáles han sido prohibidos?
Déjenme sumar esta inquietud a las que afectan al campo. Al fin y al cabo, los campesinos, como las abejas, están en peligro de extinción.
(Con la colaboración investigativa de Matilda Villarraga.)
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