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Cuando China despierte...

La economía china con sus problemas, ¿podrá llegar a reemplazar el liderazgo financiero de EE. UU.?

GUILLERMO PERRY
La predicción de Napoleón, de que ‘cuando China despierte el mundo temblará’, se ha hecho realidad. En las últimas semanas la economía mundial se ha sacudido con cada evento que sucede en China. Cayó la bolsa de valores en Shanghái y al día siguiente cayó en Nueva York. Se desaceleró más la economía China, las autoridades devaluaron el yuan para contrarrestar, y un cataclismo recorrió las bolsas en el mundo entero. Luego, China bajó sus tasas de interés esta semana y los mercados globales se apaciguaron (por ahora). Son síntomas del peso que ha adquirido ya la economía china. Es hoy la segunda más grande del mundo, y muy pronto puede ser la primera.
Estos hechos llevan a preguntarse si China podría llegar a reemplazar a EE. UU. como centro de las finanzas y el desarrollo científico y tecnológico. Las bolsas de Shanghái y Hong Kong, sumadas, son ya más grandes que las de Londres, Tokio, Fráncfort y París. Pero ¿podrían llegar a reemplazar a Wall Street como centro financiero del mundo? ¿Y el vibrante Parque Tecnológico de Shanghái, podría llegar a sobrepasar lo que ocurre en los múltiples ‘Silicon Valleys’ en EE. UU.?
Esto no es un imposible histórico, pues China ya fue el centro económico y tecnológico del mundo, entre los años 400 y 1400. Su ingreso por habitante excedía al de los europeos, quienes viajaban por meses a China para traer los últimos avances tecnológicos, como la pólvora y la imprenta, además de sedas y especias. Europa tuvo luego un auge inesperado al ‘descubrir’ América y África, buscando nuevas rutas hacia China cuando los turcos cerraron el paso por la antigua Constantinopla, y se disparó luego en el siglo XIX con la Revolución Industrial. Mientras tanto China se encerró y cayó en un larguísimo letargo. Por ello, en 1980 era uno de los países más pobres del mundo, con un ingreso por habitante 10 veces menor que el de Europa.
Pero luego China se abrió con pragmatismo al comercio y la inversión extranjera, y creció a más de 12 por ciento anual hasta el año 2009. Con ello más de 300 millones de chinos salieron de la pobreza en apenas 25 años, y el ciudadano promedio tiene hoy buena educación, salud, vivienda, TV y computador. Es la transformación económica y social más rápida y masiva de la historia. De haber seguido creciendo tan rápido, habría alcanzado el ingreso per cápita de Europa en un par de décadas.
Sin embargo, desde el 2009 China se está desacelerando. La recesión del 2009 en EE. UU., Europa y Japón la obligó a crecer con base en su demanda doméstica (su crecimiento del 12 por ciento fue basado en exportaciones crecientes a esos países). Al no lograr que los chinos consumieran más y ahorraran menos, las autoridades elevaron la inversión doméstica hasta el 50 por ciento del PIB, con proyectos de dudoso impacto. Y lo hicieron mediante un boom de crédito que produjo una gran burbuja en los precios de las acciones y la vivienda. Esa burbuja ya comenzó a reventarse, lo que puede conducir a una crisis financiera. Por todo ello, el crecimiento chino ya cayó del 12 a menos de 7 por ciento por año –arrastrando hacia abajo los precios de los productos básicos y causando el actual frenazo en América del Sur– y podría caer aún más.
A mi juicio, el régimen chino, que ha probado ser muy pragmático en lo económico, puede manejar estos problemas y evitar ahora un colapso del crecimiento. Pero tendrá que enfrentar un problema mucho mayor en el futuro. Con sus necesidades básicas ya satisfechas, los ciudadanos chinos reclamarán, tarde o temprano, más libertades civiles y políticas. Y está por verse si el Partido Comunista chino será entonces capaz de abrir gradualmente el compás político, sin que las cosas se le salgan de las manos. O si se repetirá la historia traumática de la antigua Unión Soviética.
GUILLERMO PERRY
GUILLERMO PERRY
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