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¿Quiénes son nuestros veteranos?

Los colombianos debemos honrarlos no solo de palabra, sino con actos concretos de solidaridad.

Cuando oímos hablar de los ‘veteranos’ colombianos, tendemos de inmediato a pensar en los soldados que sirvieron en la guerra de Corea. Esos viejos adorables a quienes Colombia ha sabido honrar como lo merecen. Los vemos cada 20 de julio desfilando en una mancha blanca de canas que ilumina el pelotón, orgullosos por el deber cumplido. No se les ve herida evidente, pero seguramente llevarán una llaga en la memoria porque no existe guerra que no deje secuela en quien la enfrenta.
Pero no son los únicos. La coyuntura de posconflicto que vive el país hace imprescindible recordar que Colombia cuenta con alrededor de 130.000 veteranos. De ellos, en torno a 13.500 son heridos en combate que ha dejado en los últimos 18 años el conflicto más difícil del hemisferio. El daño más común es la amputación de brazos y piernas como consecuencia de artefactos explosivos. Son muchachos que apenas están saliendo de su adolescencia y debieron ir al combate a esquivar minas para proteger a los colombianos y sus instituciones. A ellos, el Estado les reconoce su atención en salud, una pensión y una indemnización, que en ningún caso podrá reparar la pérdida de una pierna, o de un brazo o de ambos, ni mucho menos la amputación de sus sueños, de su futuro.
No existe actividad pública o privada en Colombia que no deba mostrarse en deuda con quienes por más de 50 años asumieron las consecuencias de proteger a los ciudadanos, empresas e infraestructura. No existe ciudadano rural o urbano que transite por las vías de Colombia que no deba gratitud a quienes nos permiten movilizarnos, hoy con más tranquilidad, poniendo en riesgo su vida, su salud, su cuerpo.

No existe actividad pública o privada en Colombia que no deba mostrarse en deuda con quienes por más de 50 años asumieron las consecuencias de proteger a los ciudadanos, empresas e infraestructura.

Muchos Estados han venido construyendo con los años una política pública en beneficio de sus veteranos de guerra que se traduce en atención concreta a través de una oferta de servicios y beneficios. Colombia ha dado recientemente pasos de gigante en esta materia: el Ministerio de Defensa, a través de su Dirección de Bienestar, ofrece a los veteranos la gestión de programas de becas educativas y soluciones de vivienda, y sirve de enlace con la empresa privada para conseguir descuentos en productos y servicios como reconocimiento a su labor.
Lo más importante para los veteranos está, sin embargo, por venir: hace algunas semanas, el Gobierno Nacional presentó el proyecto de ley de veteranos. Esta iniciativa, que esperamos sea apoyada por todos los congresistas, beneficiará a más de 116.000 militares y policías retirados, a 15.000 soldados y policías con discapacidad y reservistas de honor y a los 400 veteranos que participaron en la guerra de Corea. La ley crearía planes de beneficios integrales a través de programas del Estado para generar oportunidades de trabajo y emprendimiento, entre otros, y así mismo destaca el estatus de veteranos, estableciendo actividades para rendirles honores y reconocimientos en fechas destacadas y ceremonias públicas.
Justo en este último componente quisiera llamar la atención, porque es el que contribuye a una cultura de enaltecimiento y orgullo compartido para los veteranos.
Los colombianos debemos honrarlos no solo de palabra, sino con actos concretos de solidaridad. La empresa privada, los medios de comunicación, el sistema escolar público y privado, la universidad, la academia, las instituciones públicas juegan un rol determinante en este sentido. Pero, sobre todo, cada uno de nosotros, porque la memoria histórica no la construyen solamente los actores del conflicto, sino la sociedad en su conjunto, y honrar a nuestros héroes veteranos es reconocernos a nosotros mismos como nación.
CRISTINA CARRIZOSA CALLE
* Directora de la Corporación Matamoros
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