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Los alcaldes invisibles

Cristian Valencia
El polideportivo de Santa Marta está desecho. Los samarios, sin embargo, van todos los días y lo usan. Usan lo que pueden. Pero el estadio se cae, el diamante se cae, y en realidad esa maravillosa villa olímpica se cae. Y los samarios no pueden hacer nada. Están a merced de la buena voluntad de sus gobernantes. Una buena voluntad que no aparece por ningún lado de la querida samaria.
Y así las calles, los andenes, los barrios, el servicio de agua. Es un desastre. Los colegios públicos también se caen, salvo excepciones maravillosas, como el Liceo Celedón y la Normal de Varones. Sobre la avenida del Ferrocarril hay un lote en donde alguna vez aprobaron un presupuesto para un parque temático. Y sí, es un parque temático que habla sobre la desidia. No sé cuánto presupuesto se comió ese dichoso parque, pero fue mucho dinero invertido para construir unas planchas de cemento que no dicen nada ni sirven para nada. Y la famosa quebrada La Lata se sale de su cauce cada vez que llueve e inunda la avenida del Libertador.
Porque le cambiaron el cauce cuando sacaron unas piedras para hacer los espolones de una marina elegantísima sobre la bahía.
Qué vaina: porque los periódicos locales insisten en que se desborda por otras causas, porque los periódicos locales llenan sus páginas de reinas, fútbol, eventos sociales y muertos retratados a todo color.
Y el alcalde de hoy no se nota mucho. El alcalde de hoy: elegido por primera vez en Santa Marta por voto de conciencia, lejos de la maquinaria que siempre elegía a los mismos (todos sabemos quiénes son esos de siempre). Es una lástima que esa esperanza que depositaron en el alcalde de hoy se vaya al traste. Yo mismo creía que iba a hacer una administración distinta. Que iba a empoderar a los samarios de su ciudad, que la iba a meter toda en un cambio de mentalidad y en el mejoramiento de la precaria infraestructura de Santa Marta. Pero no: en las calles ya dicen que no hace nada, que ni siquiera sale en los periódicos, que es más de lo mismo. Y lo dicen con pena, con una profunda pena, porque le creyeron cuando estaba en campaña, porque los samarios decidieron un cambio y les dieron un portazo a las maquinarias políticas de siempre. Y por eso les parece doblemente triste.
Creíamos que sería un alcalde tipo Cha, ese hombre que les cambió la cara a Barranquilla y la mentalidad a los barranquilleros. Pero no.
La ciudad de Santa Marta está creciendo desmesuradamente. La construcción está disparada por todas partes. Pero está creciendo a merced de una planeación o desplaneación de capitales privados, al parecer sin ninguna intervención de la administración local. Se construyen urbanizaciones, pero no se mejoran las vías de acceso ni se hacen parques nuevos -esos lugares tan necesarios para que la ciudadanía descompresione un poco-. Crece la ciudad de Santa Marta y todos los días llega gente para quedarse, y en las calles hay una tropelía de carros que ya congestionan las calles porque la infraestructura es la misma de hace tiempo.
Ojalá la invisibilidad del alcalde de hoy sea porque está planeando qué hacer en los tres años que le quedan. Ojalá se trate de eso y nos sorprenda a todos con obras y campañas cívicas: megacolegios, distribuidores de tráfico, un alcantarillado que funcione, servicio de agua para todos, la organización del transporte público, la remodelación tan necesaria del Polideportivo, y más parques. Ojalá.
Santa Marta es tan pobre por culpa de los alcaldes invisibles. Esos que pasan y no dejan nada. O sí: una estela de obras inconclusas y un desgaste presupuestal.
Señor alcalde de hoy: el pueblo samario todavía guarda una tímida esperanza, pero esperanza al fin de cuentas; retribuya la confianza que los samarios depositaron en usted. Aparezca, por favor, con buenas noticias.
Cristian Valencia
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