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Competencia 'desleal'

La experiencia de 'barrio' Once, en Argentina, ilustra lo que le espera a San Victorino.

RUDOLF HOMMES
Lo que ha sucedido en el sector comercial de San Victorino, en Bogotá, donde los comerciantes tradicionales están resentidos por la competencia que proviene de comerciantes chinos, ha ocurrido en otros países de la región. La experiencia de ‘barrio’ Once, en Buenos Aires, Argentina, es la que quizás ilustra mejor la situación y lo que le espera al comercio de San Victorino si los chinos permanecen allí.
Esta zona de Buenos Aires, que no es propiamente un barrio, sino un sector del barrio Balvanera, tiene una tradición comercial que antecede a la época de las grandes inmigraciones a Argentina en la segunda mitad del siglo XIX y en los primeros años del siglo pasado, pero tuvo su mayor desarrollo a raíz de esa inmigración. Allí se instalaron los comercios de los inmigrantes provenientes de Galicia (como la familia de Manolito el amigo de Mafalda), de inmigrantes judíos europeos y del Medio Oriente. En el siglo XX se consolidó el dominio de familias judías y de gallegos en el área. Esto continuó hasta finales del siglo pasado, cuando principiaron a llegar los coreanos, que hoy son el grupo étnico dominante en el comercio del Once y que también han desplazado a los pequeños comerciantes de las tiendas de barrio.
Como está sucediendo en Colombia, esto generó muchas reacciones airadas al principio, y resentimiento de los que tuvieron que soportar la competencia de los asiáticos, pero fue muy bien recibido por los consumidores. Los comerciantes de origen español, por ejemplo, cerraban a mediodía y no volvían a abrir hasta la tarde, tomaban vacaciones en el verano y el almacén permanecía cerrado. Los católicos no abrían los domingos y los judíos no lo hacían desde el viernes en la tarde hasta el domingo. Los negocios coreanos estaban abiertos las 24 horas durante todo el año.
Los coreanos operan con costos muchísimo más bajos que sus competidores argentinos. Generalmente acondicionan parte del local para la vivienda de la familia, lo que les permite pagar arriendos más altos, y no tienen costos de mano de obra porque toda la familia trabaja en la tienda. También pueden operar con márgenes inferiores porque su mayor disponibilidad horaria y la naturaleza de sus costos laborales lo admiten, y porque en la cultura coreana posiblemente no se acostumbra operar con los altos márgenes de los argentinos. Estas pueden ser las ventajas que tienen los comerciantes chinos que les permiten competir en San Victorino con mayores arriendos y precios más bajos, por lo que sus competidores los acusan de competencia “desleal”. Pero trabajar duro no lo es.
Estos competidores nacionales alegan que solamente venden productos nacionales o que no venden bienes importados ni de contrabando. Esto no resiste una visita a los almacenes de San Victorino. En la mayoría de ellos se vende mercancía que es o parece extranjera, a precios que son una fracción de los de esos mismos artículos en otros barrios. Es posible que algunos de estos productos sean colombianos, como es el caso de ropa que se vende en ‘el Hueco’ de Medellín con etiquetas que dicen ‘made in China’, que en realidad son ‘made in Marinilla’. Los chinos no son santos, pero los colombianos no somos mancos, y menos los de San Victorino.
Llama la atención que comerciantes de los sanandresitos desfilen con pancartas que dicen ‘Colombiano compra colombiano’. Mientras impera la xenofobia en San Victorino y en otros lugares de Colombia, en Perú desde el domingo pasado la gente estuvo serenamente atenta hasta que se definió que el próximo presidente va a ser el “gringo” de 77 años, hijo de un refugiado alemán judío, y no la “china” de 41 años, nieta de inmigrantes japoneses. ¡Enhorabuena!
RUDOLF HOMMES
RUDOLF HOMMES
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