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¿Cerca del acuerdo, pero lejos de la paz?

El tal congresito huele a manguala entre lo peor de la clase política con lo peor del terrorismo.

JUAN LOZANO
El exfiscal de la Corte Penal Internacional Luis Moreno Ocampo, la exjueza Ekaterina Trendafilova, de la misma Corte, y casi todos los asistentes de alto calibre a la importante y oportuna cumbre convocada por la Corte Suprema de Justicia, aunque expresaron matices en materia de justicia, coincidieron en que los cabecillas de las Farc deben aceptar sus responsabilidades y pagar condenas privativas de la libertad sin perjuicio de que deban garantizar la búsqueda de la verdad, la reparación a las víctimas y la no repetición de hechos atroces, empezando por el reclutamiento de menores y el narcotráfico.
Y aunque reconocen el margen nacional de discrecionalidad frente a las características del establecimiento de reclusión, insistieron en que la condena debe ser eficaz, es decir, debe representar una privación efectiva de la libertad. No les pueden dar La Habana por cárcel, ni el Putumayo por cárcel, ni siquiera una zona de reserva campesina por cárcel. La condena, dijo Moreno Ocampo, no puede ser una burla.
Por eso, aunque jurídicamente sea posible que se paguen penas fuera de Colombia, no es admisible que se abonen a sus condenas el tiempo que han pasado en Cuba moviéndose libremente con alegres escalas en la Bodeguita y paseos en catamarán. Sobre la longitud de las condenas, la salida de la cárcel del ‘Alemán’ abrió el debate. Por las toldas cercanas a las Farc les parecerá muy larga una condena de 8 años a sus cabecillas, mientras en ciertas toldas contrarias les parecerán muy cortos. ¿Y qué va a pasar con los militares y agentes del Estado? Ojo.
Los expertos fueron también claros en que el otro extremo tampoco es admisible, valga decir que las condiciones de reclusión de las Farc se definan en mazmorras medievales o en celdas de castigo. Diego García Sayán, respetado juez de la Corte Interamericana, fue más allá y criticó el “maximalismo punitivo”, en referencia a la pretensión de imponer largas condenas que, digo yo, en Colombia se asocian con cárceles hacinadas e infames a la luz de la dignidad humana.
En el mismo evento, encontré a Humberto de la Calle y a Sergio Jaramillo prudentes y reflexivos en público y en privado. Es evidente que el Presidente se está jugando sus restos y que el proceso se halla en momento culminante. Está más avanzado de lo que percibe la ciudadanía. De la Calle dijo en público que ya están trabajando en el borrador de la refrendación del acuerdo. Si los jefes de las Farc no aceptan sus responsabilidades e insisten en no estar privados de su libertad ni un solo día, todo se irá al traste. Si lo aceptan, podemos estar en vísperas del anuncio de la firma del acuerdo.
El evento de la Corte les aportó muchas luces al Presidente y a la sociedad. El presidente Santos no necesita andar proponiendo ideas espantosas, como el diabólico congresito, que, además de usurpar inconstitucionalmente las competencias del Congreso, pisotea sus propios compromisos asociados con la refrendación popular. Huele mal. Huele a manguala entre lo peor de la clase política con lo peor del terrorismo. Huele a conejo.
Santos debería tener confianza en que si el acuerdo es justo, equilibrado frente a la sociedad, si no arrastra a las Fuerzas Militares o de Policía, y si, en fin, no es un arrodillamiento ante las Farc, los colombianos lo refrendarán cuando se los consulte.
Pero si no reúne esas condiciones, lo podrán firmar y reafirmar. Lo podrán promocionar ante Colombia y el mundo. ‘Timochenko’ y Santos se podrán ganar el premio Nobel, pero como lo advirtieron también en el evento de la Corte, engendrará nuevas violencias, nuevas frustraciones y prolongará con mayor virulencia la violencia que pretende contener. Ojalá, por el bien de Colombia y por una paz sostenible, así lo entiendan Gobierno y Farc. Y no falten a la palabra de la refrendación popular.
JUAN LOZANO
JUAN LOZANO
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