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¿Semana de Pascua será de paz?

Démosle una oportunidad para que Colombia sea un país normal.

La semana de Pascua, que empieza con el Domingo de Resurrección, siempre se ha interpretado como de alegría después de unos días de recogimiento, que cada vez más son de vacaciones, al menos en nuestro país. Independientemente del tipo de actividades que se hayan realizado en estos días, la verdad es que deberían haber sido una pausa para todos. Por ello se puede esperar un cambio en ese ambiente tan pesado que se ha vivido en Colombia durante las últimas semanas. Una explicación válida para sentirnos tristes en los últimos días ha sido la tragedia de Mocoa, en la cual, por fortuna, la solidaridad del país se expresó de manera generosa, pero el terrible dolor de quienes perdieron a sus familiares y amigos y quedaron en la pobreza es suficiente para que la pena la sigamos sintiendo todos.
Sería imperdonable que después de estos días de descanso y reflexión siguiera esta agresividad, esta falta de respeto entre nosotros que se vivió en las últimas semanas. Todos los colombianos merecen respeto, así piensen de manera distinta, y en esto el país demanda moderación de los miembros del Centro Democrático. A algunos de ellos se les fueron las luces de una manera vergonzosa. Y lo peor: al menos públicamente, no se escucharon llamadas al orden del expresidente Uribe. Alguien tiene que decirles que estamos cansados de sus impertinencias, como afirmar que las Farc fueron las responsables de la avalancha de Mocoa. Tampoco es aceptable el odio de la señora Cabal en contra de quienes no están de acuerdo con el comportamiento de su grupo, cuando se celebraba el Día de las Víctimas en el Congreso de la República.
La invitación es a la serenidad, al lenguaje adecuado, a la convivencia pacífica. No nos podemos acostumbrar a que así se hace política, así se compite por la presidencia de la República. Esa no es la forma de llevar a un pueblo que ha vivido más tiempos de guerra que de paz por el camino del posconflicto. Para muchos, la paz aún no ha llegado, en parte, porque los grupos de bandas criminales y el Eln, así como algunos disidentes de las Farc, siguen haciendo de las suyas. Sin embargo, hay un proceso de paz en curso, incompleto, lleno de altibajos, como siempre sucede en circunstancias similares. El rechazo visceral de muchos al Gobierno no puede ahogar estas esperanzas de un país distinto para nuestros descendientes. Démosle una oportunidad para que Colombia sea un país normal. Con los problemas naturales de una sociedad, pero que aprenda por fin a convivir sin matarnos.
La solución no puede ser pasar de las balas a las palabras agresivas, groseras, descalificadoras y mentirosas. Moderar el lenguaje mientras llegamos al punto real de posconflicto es lo menos que se les puede pedir a unos individuos, hombres y mujeres, que están en primera plana. Que no se olviden de que tienen una inmensa responsabilidad apenas para compensar los inmensos privilegios de los que gozan: dar ejemplo a una ciudadanía de que tienen que pasar de la guerra a la paz. Esa no es una responsabilidad menor, y los ciudadanos del común somos responsables si no exigimos, por lo menos, eso a quienes supuestamente ostentan algo de poder en nuestra sociedad.
Así como algunos se la pasan descalificando a quienes se les atraviesan, nosotros también deberíamos expresar nuestro rechazo a la forma de comportamiento de senadores, representantes y políticos en general. Hay una juventud que los sigue en la prensa y en las redes sociales, y que va a convertirse en actores de este país, convencidos de que así, a punta de gritos, es como la gente se vuelve importante.
Esta semana de Pascua, ojalá sea la oportunidad para dejar el odio atrás, la grosería en un cajón del olvido, y que empecemos a comportarnos como gente noble, tolerante, para que este país empiece a cambiar.
CECILIA LÓPEZ MONTAÑO
cecilia@cecialopez.com
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