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Que la corrupción no mate la paz y la economía

Por fin la gente siente la necesidad de dejar su apatía y empezar a ejercer su ciudadanía.

La rabia que hoy siente la mayoría de los colombianos es entendible y justificable, porque por fin salió a la luz el cáncer de la corrupción. Gracias a esta reacción, la política y sus actores, como también sectores corruptos de la élite económica, social y empresarial, han sentido las consecuencias de una sociedad que rechaza los niveles a los que ha llegado la excesiva valoración de la riqueza y del poder en los sectores que deberían dar ejemplo.
También produce un poco de frescura a quienes, por no comulgar con esa forma de llegar al dinero y al poder, se sintieron expulsados de posiciones de dirigencia. Es tan importante esta reacción que por fin las gentes del común están sintiendo la necesidad de dejar su apatía y resignación dolorosas y empezar a ejercer su ciudadanía. Pensar para elegir bien, vigilar, apoyar y censurar, según sea el caso.
Sin embargo, pasar de la rabia justificada a la depresión total puede ser muy peligroso en estos momentos claves para Colombia. Precisamente por esta preocupación, el artículo central de la revista The Economist cae como anillo al dedo y coincide con unos pocos editoriales colombianos que llaman la atención sobre lo mismo. La economía mundial muestra señales claras de que lo peor ha pasado, de que el mundo está saliendo del estancamiento y se empieza a recuperar la economía global. Sin embargo, existen una apatía e incredulidad totales, lo que podría dañar la recuperación que ya se registra.
‘La economía mundial disfruta de un alza sincronizada’ es el título del artículo mencionado. Afirma que “por primera vez después de 10 años de la severa crisis financiera desde la Depresión, América, Europa, Asia y los mercados emergentes empiezan a recuperarse, pero todos los que quieren ‘quemarla’ están disparando al tiempo... el humor político es agrio”. Exactamente lo que está sucediendo en Colombia, aunque se crea que sigue siendo una isla en el mundo y que lo que ocurre aquí es único y exclusivo.

El pesimismo no puede acabar con el proceso de paz, que, en medio de dificultades, avanza; ni con el crecimiento económico,
que vuelve a cobrar vida.

Este ambiente negativo en nuestro país impide reconocer lo que dicen las cifras: inflación a la baja, menor impacto del aumento del IVA, crecimiento menos malo y las exportaciones, reaccionando positivamente. Sin embargo, se ha generalizado la idea de que vivimos un caos. Es verdad que estamos lejos del promedio al que estamos acostumbrados, y todavía esperamos las verdaderas transformaciones, entre ellas una productiva. Pero este profundo pesimismo y negativismo pueden acabar con dos hechos reales. Por una parte, el proceso de paz, que, en medio de dificultades, avanza lentamente, pero no se ha estancado. El desinterés que hoy muestran los colombianos por este hecho histórico le quita toda la energía y el apoyo político que necesita para vencer los obstáculos que se presentan. Parecería que al país se le olvidaron los costos del conflicto durante tantas décadas, especialmente a aquellos que no los sufrieron. Una nueva guerra sería, ahí sí, el acabose.
Por otra parte, el pesimismo puede ahogar el crecimiento económico, que vuelve a cobrar vida. Esta depresión generalizada frena el consumo y la inversión, y esto es lo peor que le puede pasar a una economía que apenas empieza a mostrar señales de tiempos mejores.
Dos cosas son fundamentales para que no matemos la paz y la economía. Primero, que se sepa toda la verdad, que dejen de decir mentiras obvias los actores que se enredaron con Odebrecht y sus métodos corruptos. Que el presidente Santos y los jefes de esos partidos políticos decrépitos que tenemos acepten los veredictos de la justicia. Segundo, que se admitan los hechos positivos que arrojan algunas de las cifras que le miden la temperatura a la economía.
¿Será demasiado pedirle a nuestra sociedad, tan llena de odio, resquemores y venganza, que su ‘humor agrio’ no asesine este proceso de paz y la leve recuperación de la economía?
CECILIA LÓPEZ MONTAÑO
cecilia@cecilialopez.com
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