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Informalidad del trabajo formal

Las cifras de afiliación a salud y seguridad social deberían mirarse con lupa. La fidelidad cuenta.

Si algo requiere Colombia, es un examen profundo del mercado laboral. Stefano Farné ha realizado los estudios más serios hasta ahora en este tema, y con base en ellos se debería avanzar hasta sincerar realmente el tipo de empleo que se está generando. Qué tan serio y realista es el supuesto decrecimiento de la informalidad laboral, por qué las mujeres y jóvenes siguen encontrando tantas dificultades, por qué hay regiones que no pueden reducir el desempleo.
Y cómo, en medio de una desaceleración de la economía, no solo disminuye el desempleo, sino que, además, aumenta la tasa de participación en el mercado laboral. Es decir, contra lo que se debería esperar, en nuestro país no se desalientan los trabajadores cuando las dificultades económicas son mayores.
El reciente editorial de ‘El Espectador’ abre este debate, que no puede quedarse en el aire. Se plantea que se ha abusado en el sector público de las órdenes de prestación de servicios (OPS) como modalidad de contratación y se ha abierto así una vía para incentivar la corrupción y acabar con la meritocracia. Un excelente análisis, pero es necesario ampliarlo.
En primer lugar, este problema no se da solo en el sector público, que, entre otras obligaciones, tiene la de proveer trabajo decente, cuya definición no se aplica a unas labores que son temporales; que no obliga al empleador a pagar la seguridad social que manda la ley y no ofrece vacaciones pagadas o días de descanso. Tal como lo anota el mencionado editorial, las OPS no cumplen ni con estas ni con otras obligaciones legales. También es muy común en grandes empresas, especialmente en las multinacionales de servicios. Pregunten a la persona que los atiende en Movistar o en ETB, por ejemplo, cómo es su contratación. Luego el problema es mucho más serio de lo que se plantea en este editorial.
Segundo, las OPS son, en realidad, el proceso inteligente que se han inventado los contratistas públicos y privados para informalizar el trabajo formal. Es decir, empresas formales se vanaglorian de su generación de empleo, cuando en realidad lo que están haciendo es portándose un poco mejor que los dueños de actividades informales, bajando costos laborales y haciéndole conejo a la ley laboral. Y, como pagan altos sueldos, nadie dice nada porque la alternativa es el rebusque, desde el vendedor de minutos hasta la consultoría. Si no se encuentra esta alternativa, lo que queda es el desempleo abierto.
No entender esta inteligente y hábil estrategia de los empleadores, que siguen considerando el pago por el trabajo como un costo que hay que reducir al máximo, puede llevar a una profunda subestimación de lo que realmente están viviendo los trabajadores colombianos.
Puede aquí encontrarse de pronto la explicación de la reducción de la informalidad, en medio de una desaceleración de la economía. Lo que está sucediendo es que, siguiendo el ejemplo del Estado, se está creando una nueva categoría de trabajo: OPS que garantizan mayores ingresos, pero con la inestabilidad y los costos para el trabajador que tiene el empleo informal. La diferencia también es que quienes podrían realmente ayudar a mejorar la calidad de vida en este país con demasiada pobreza se están metiendo en sus bolsillos unos recursos que deberían ir a reforzar el sistema de seguridad social, que es tan precario.
Y, encima, los grandes empresarios tienen el descaro de salir a pedirle al Gobierno que les rebaje los impuestos sin ninguna contraprestación de su parte, como, por ejemplo, que los dueños de dichas empresas contribuyan al fisco como deberían. Esto ocurre en los países industrializados: pagan más los individuos que sus empresas y el capital, no solo el trabajo.
Las cifras de afiliación a salud y seguridad social, que tanto complacen al Gobierno, deberían mirarse con lupa porque como las OPS son intermitentes, así es la afiliación. Es la fidelidad lo que cuenta, y allí verán cómo se ha informalizado el trabajo formal. No nos engañemos.
CECILIA LÓPEZ MONTAÑO
cecilia@cecilialopez.com
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