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Carta a Pablo del Eln

Se equivocan de enemigo con el secuestro, que golpea de manera salvaje el alma de nuestro pueblo.

Francisco de Roux
Pablo Beltrán, pensé escribirle esta columna antes de la desaparición de Salud Hernández-Mora porque usted escucha y porque aunque no estoy de acuerdo con la lucha armada, sé que usted la hace convencido de que es lo mejor que puede hacer por Colombia. Usted sabe que personalmente, y con muchos otros, trato también de hacer lo mejor que puedo por nuestro pueblo victimizado por la guerra.
He vivido en terreno la tragedia de secuestros, masacres, ‘falsos positivos’, campos minados, paros armados, desplazamientos; he sido testigo del combate en el que se matan entre sí jóvenes colombianos, y compartido el sufrimiento y el terror de las víctimas. La guerra no cambió nada e hizo todo peor. Hoy me llena de esperanza la paz, ya próxima, entre el Estado y las Farc para que, terminado el conflicto armado, podamos emprender democráticamente los cambios profundos que la guerra hizo imposibles.
El Eln se ha decidido por la paz, pero no por la paz ya de la política real de este tiempo privilegiado por el apoyo de todos los países del mundo, por el Consejo de Seguridad de la ONU y por el compromiso del movimiento de paz del país que ha hecho resistencia civil a la guerra durante años. Ustedes, paradójicamente y por razones distintas, han terminado unidos a la extrema derecha para formar juntos el bloque de los que se oponen a la paz ya y quieren la otra paz que será dentro de cinco o diez años, después de miles y miles de víctimas.
Uno esperaría de revolucionarios como ustedes no la estrechez de quienes reaccionan ante el Estado poniendo condiciones a las condiciones, sino la estatura de Mandela y Luther King, que fueron grandes al tomar la iniciativa de tender a sus enemigos la mano de la dignidad, sin humillación ni derrota para nadie. Ellos lo hicieron porque no buscaban justificaciones para sus movimientos, sino felicidad para sus pueblos; y no les interesó ser idolatrados como personas, sino entregarse por una causa mucho mayor que ellos mismos.
Por favor, dejen de pensar en pequeño y de enredarse en las animadversiones y señalamientos airados de los que piensan que el problema es Santos y no pueden permitirse que Santos gane. Lo que está en juego es la posibilidad de terminar la violencia política que nos desbarata y, a partir de los acuerdos de las dos mesas distintas, empezar a construir entre todos un nuevo país justo e incluyente, sin el obstáculo miserable de las armas que desde todos los lados impusieron el pánico en el escenario frágil de lo público.
Nicolás Rodríguez dice que el Eln acepta dialogar en medio del conflicto, pero sin condiciones sobre la suspensión de retenciones. Retenidos son los soldados tomados en combates, que merecen todo respeto humanitario, pero ustedes además tienen civiles secuestrados a los que llaman “retenidos” y que son víctimas privadas de la libertad con el terror de los fusiles que extorsiona por dinero el dolor de las familias, o son cartas humanas para la negociación política. Basta que tuvieran un solo secuestrado para ser despreciables para siempre ante la historia y ante Dios. Ustedes han secuestrado tantas veces que no es de extrañar que ante la incertidumbre sobre Salud Hernández-Mora y los periodistas de RCN, el país haya señalado hacia los frentes secuestradores de ustedes. Negociar con las personas es un crimen tan horrible que si un día caemos cautivos en sus manos, preferimos nos maten antes de aceptar que se aplaste con unos millones de pesos el valor de la libertad, que no tiene precio. Ustedes se equivocan de enemigo con el secuestro, que no afecta al Estado capitalista sino que golpea de manera salvaje el alma de nuestro pueblo y destruye la dignidad de ustedes mismos. Por favor, no se degraden más poniendo semejante ignominia como condición de la paz del Eln.
Francisco de Roux
Francisco de Roux
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