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Carta a mi hija

Eres mujer, pequeña Elena: estás del lado de la vida.

Fernando Quiroz
Recuerda tu mamá, querida Elena, que el día que nos dijeron que una niña venía en camino yo guardé un largo silencio. Debo confesarte que, además del gozo inmenso que alteraba mis sentidos, una cierta preocupación me atacó entonces. Y más que preocupación, una certeza: la del machismo que aún hoy, inexplicable y vergonzosamente, reina en este mundo que se precia de progresista y de renovado, y que en realidad no lo es.
Supe –lo sentí con una fuerza enorme y devastadora al saber que vendrías a este mundo– que no había que ir muy lejos para encontrar muestras aterradoras de ese machismo que constituye un indicador de lo mucho que aún nos falta por evolucionar, por entender, por sentir... un lamentable indicador que en estos días se ha hecho sentir con fuerza.
Sí, no hay que ir muy lejos para encontrar formas diversas del machismo en la propia familia, en algunos de los amigos que se precian de modernos, en la Iglesia, en las instituciones que deberían proteger los derechos de los ciudadanos... incluso, en las reacciones y en los consejos de muchas mujeres que lo han padecido.
Hay machismo en la publicidad, en las canciones y en ese humor fácil y dañino que se burla del matrimonio y que insiste en convertir a las mujeres en objetos sexuales. Hay machismo en tantas risas de complicidad como silencios cobardes.
No hay que aceptar que el mundo sea machista como quien acepta que la Tierra gira alrededor del Sol, querida Elena. No nos está dado ni tendría utilidad alguna modificar la traslación de los planetas, pero en cambio estamos obligados a construir un mundo más justo y más solidario, y erradicar el machismo debe ser uno de los propósitos primeros. Cuenta conmigo en esa tarea. Si algún día pretenden burlarse de ti diciéndote que tienes un papá feminista, sonríe a manera de aprobación porque así es, y me siento orgulloso de serlo.
Al pretender que se respeten los derechos de la mujer también estoy tratando de liberar a los hombres de una de las más penosas taras que les impiden crecer.
Eres mujer, y es hermoso que lo seas. No solo no eres menos que los hombres, sino que tienes frente a nosotros la conmovedora y trascendental prerrogativa de poder perpetuar la especie: si así lo deseas y lo consientes, algún día verás crecer la vida dentro de ti.
Eres mujer, pequeña Elena: estás del lado de la vida.
Fernando Quiroz
@quirozfquiroz
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