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¿Se están enloqueciendo los gringos?

Sorprende euforia de los inversionistas en Wall Street basada en promesas de reducción de impuestos.

Bajo su nuevo presidente, Estados Unidos nos sorprende todos los días. No solo por el estilo del mandatario, sino por la euforia de los inversionistas en Wall Street, basada en la promesa de una reducción “fenomenal” de los impuestos y de un incremento del gasto público.
Las acciones en la Bolsa de Nueva York han superado las marcas históricas. En esta semana, sus precios rompieron récords. Con valoraciones increíbles. Por ejemplo, el valor de Apple llegó a 700.000 millones de dólares, lo que equivale aproximadamente a dos veces el producto interno bruto de Colombia; es decir, ¡al doble de la totalidad de la producción de bienes y servicios de Colombia en un año!
De acuerdo con la información de The Financial Times, la euforia inversionista no solamente tiene que ver con la reducción de impuestos, sino con los cambios que está proponiendo el Presidente en la regulación financiera para permitir a los bancos extender más préstamos, sin aumentar su base de capital. En otras palabras, lo contrario de lo que han buscado las reglamentaciones internacionales con posterioridad a la crisis financiera de 2008-2009, cuando el Gobierno de Estados Unidos tuvo que acudir a la capitalización de entidades financieras tan emblemáticas como el Citibank.
Una receta muy arriesgada. Así las regulaciones sean onerosas –y lo son–, es muy importante prevenir la ocurrencia de nuevas crisis financieras. Estas son muy costosas económica y socialmente porque generan una desaceleración inmediata del crecimiento de la producción, con sus secuelas de desempleo y pérdida de valor de las viviendas y de las inversiones en acciones. De las crisis financieras se transita rápidamente a las crisis económicas.
Fue lo que sucedió en Estados Unidos en el 2008 y el 2009, cuando, de acuerdo con el presidente del banco de la Reserva Federal de ese momento, el señor Bernanke, en el cuarto trimestre del 2008 la economía gringa se contrajo a un ritmo de 8,2 por ciento –su peor desempeño en 50 años– y de 5,4 por ciento en el primer trimestre del 2009 (Bernanke, Ben, The Courage to Act, 2015, p. 363). Y en Colombia, en 1998-1999, cuando se quebraron los bancos oficiales, algunos bancos privados pequeños, las corporaciones de ahorro y vivienda y las compañías de financiamiento comercial, y el PIB se redujo en 4,3 por ciento en 1999.
Un buen amigo banquero me hizo llegar copia de una carta enviada el 31 de enero pasado por el señor Patrick McHenry, vicepresidente de la Comisión de Servicios Financieros de la Cámara de Representantes, a la señora Janet Yellen, presidenta del banco de la Reserva Federal, en la cual le dice que es “inaceptable” que la Reserva Federal continúe negociando la adopción de regulaciones internacionales en “tierras extrañas” con burócratas globales, “sin transparencia, rendición de cuentas y sin tener autoridad para ello”. Argumenta que el presidente Trump ha manifestado que el interés de Estados Unidos está por encima de cualquier otra consideración y que los acuerdos de Basilea III, que obligan a incrementar el capital de las entidades financieras en todo el mundo, deprimen el crecimiento económico en Estados Unidos y, por lo tanto, “destruyen puestos de trabajo”.
En la conclusión de la carta, el señor McHenry solicita a la señora Yellen que la “Reserva Federal suspenda todos sus esfuerzos de negociar estándares que limiten los negocios americanos hasta que el presidente Trump tenga la oportunidad de designar funcionarios que otorguen prioridad a la defensa de los mejores interese americanos”.
Por momentos, uno tiene la impresión de que los gringos se están enloqueciendo. Lo que es muy preocupante para la suerte futura del planeta.
Carlos Caballero Argáez
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