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El peligroso mercantilismo de ‘mister’ Trump

El señor Trump está ‘pelando el cobre’. Está destapando sus verdaderas intenciones.

Cuando en la semana pasada recibí el mensaje en mi teléfono celular de que el señor Trump había anunciado la imposición de una tarifa adicional del 25 por ciento para importaciones de China por valor de 60 billones de dólares, mi primera reacción fue pensar que ahora sí se había vuelto loco de verdad. Ya no estaba hablando exclusivamente de acero y aluminio; ahora se trataba de una sobretasa generalizada a las importaciones chinas.
Una medida de esta naturaleza, anunciada a los cuatro vientos, obviamente generaría reacciones de China y de la Organización Mundial del Comercio. Además, los precios en las bolsas de valores en Asia, Europa y Estados Unidos cayeron el viernes pasado, y se necesitó que el gobierno Trump exceptuara las importaciones de acero de algunos socios comerciales importantes (Canadá, México, Brasil, Corea, entre otros) para que subieran de nuevo, a principios de esta semana. Es la volatilidad económica en un mundo que vive ahora al vaivén de las ideas nacionalistas del Presidente estadounidense.
El señor Trump está ‘pelando el cobre’. Está destapando sus verdaderas intenciones. No aguantó más la sensatez de sus principales colaboradores y procedió a despedirlos. Así ocurrió con el secretario de Estado, el señor Tillerson, y con su asesor de seguridad nacional; el principal consejero económico de la Casa Blanca se adelantó a lo que venía y renunció por no estar de acuerdo con las nuevas tarifas para el acero y el aluminio.
Los chinos, sabedores de que el juego es a largo plazo, han actuado con inteligencia afirmando que lamentan entrar en una guerra comercial. Según una nota del ‘Financial Times’, no van a responder con un machete afilado, sino utilizando la acupuntura. “Y las agujas van a pinchar la producción en aquellos estados americanos en donde les duela más a los votantes que apoyan a Trump”. Ya han anunciado que impondrán sobrearanceles de 3.000 millones de dólares a la importación de productos gringos, “incluyendo una tarifa del 15 por ciento para los tubos de acero, las frutas frescas y los vinos, lo mismo que una del 25 por ciento en las compras de carne de cerdo y aluminio reciclado” (‘China prepares retaliatory tariffs on US Imports’, ft.com. 23 de marzo de 2018).
* * * *
Por razones del oficio, en estas últimas semanas las lecturas de una de mis clases se referían al ‘Estado absolutista’. Le dedicamos tiempo al mercantilismo como doctrina político-económica. Esta trata de aumentar el poder del Estado en relación con los otros estados, con lo cual se promueve la exportación de bienes a la vez que se prohíbe o restringe severamente la importación de estos.
No se intenta incrementar la riqueza global o ‘la riqueza de las naciones’, lo que implica que el objetivo fundamental de la política económica es aumentar el poder político más que el suministro de bienes. Adam Smith estaba, desde luego, en la doctrina opuesta, la del libre comercio y la libertad de mercados como mecanismo para elevar el bienestar económico global.
De las lecturas surge la idea de que el mercantilismo es ‘belicista’, por hacer énfasis en la necesidad y la rentabilidad de la guerra, al tiempo que la del libre mercado, o la del ‘laissez faire’, es siempre ‘pacifista’, porque busca que los beneficios de la paz expandan el comercio internacional para beneficio mutuo de los países. Lo que me llevó, naturalmente a elucubrar sobre los peligros del mercantilismo de ‘mister’ Trump, no solamente en términos de la economía sino de la paz del mundo.
El asunto es grave. Es un retroceso de siglos que pone en serio riesgo el orden que conocimos las generaciones posteriores a la Segunda Guerra Mundial, centrado en el liberalismo económico.
CARLOS CABALLERO ARGÁEZ
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