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Caracas y Bogotá

Sería imperdonable que le demos paso a un cuarto gobierno de nuestra izquierda capitalina.

Guillermo Perry
La crisis económica venezolana viene agudizándose desde el año 2013, mucho antes de la caída de los precios del petróleo. Era fácil predecir que conduciría inevitablemente a una crisis política. Varios comentaristas advertimos desde hace más de un año que era necesario prepararnos para sus múltiples consecuencias.
Los que sí se prepararon fueron los cubanos. Su rápido acercamiento con EE. UU. fue motivado por su convicción de que Venezuela eventualmente no podría seguir subsidiándolos. Sabían que iban a requerir otras fuentes de divisas para evitar un colapso económico como el que ocurrió durante el ‘periodo especial’, cuando se terminó el subsidio soviético. Las están buscando en el relajamiento del embargo impuesto desde hace medio siglo por EE. UU. y las restricciones que ese país imponía a sus propios ciudadanos y empresas para visitar a Cuba o negociar con ella. Por fortuna se encontraron con un líder visionario del otro lado. Los republicanos no podrán frenar la descongelación de las relaciones que está impulsando Obama.
En estas condiciones, a los dirigentes de las Farc no les quedará más remedio que acelerar la negociación, pues de lo contrario muy pronto no van a poder tener a donde ir a tomar whisky caro y a pasear en yate y Harley Davidson. Por eso creo que habrá acuerdo este año.
Los colombianos que aún exportan a Venezuela y los habitantes de la frontera sufrirán más de lo que han padecido. No sé qué tanto se ha preparado el Gobierno para esa situación. El éxodo de venezolanos, y de sus capitales, hacia nuestro país seguirá en aumento, y debemos recibirlos bien, no solo por consideraciones humanitarias, sino porque contribuyen a nuestro desarrollo.
Esta situación comenzaría a cambiar, aun cuando tardaría mucho en recuperarse, si cayera el régimen chavista y lo sucediera una oposición unificada. Pero Maduro está diciendo ‘acá estoy y acá me quedo’ y recurrirá a lo que sea para mantenerse en el poder. Si cae, será probablemente por un golpe de Estado de los militares chavistas que siguen a Diosdado Cabello. Cuando acusó a Pastrana, Calderón y Piñera de estar conspirando con los golpistas, le habló a Juan para que lo oyera Pedro. Él sabe que ni Corina Machado, ni Capriles, ni Leopoldo López, desde la prisión, pueden organizar un golpe de Estado. Está advirtiendo en clave, a sus seguidores, lo que piensa que se propone hacer la otra vertiente del chavismo. Ni a Venezuela ni a Colombia les iría mejor con Diosdado, y por eso debemos prepararnos en cualquier caso para una profundización de la crisis.
Tampoco está claro que los bogotanos hayamos aprendido la lección que nos ha deparado nuestra versión criolla del chavismo. Cuando nos quejamos de la desadministración de Lucho, permitimos la elección de Samuel Moreno, cuyo clan entró a saco a robarse los dineros públicos. Y cuando nos indignamos con este asalto, permitimos la de Petro, quien ha conducido a la ciudad a otro caos como consecuencia de sus improvisaciones, su espíritu conflictivo y su poco respeto por las normas.
Ahora estamos resignados a elegir a Clara López, porque es menos mala que Samuel o Petro. Respeto a Clara como persona. Sé de sus capacidades y honorabilidad. Pero no debemos premiarla a ella, ni al Polo, después de que acompañaron hasta el último día a Samuel Moreno sin decir esta boca es mía. Los bogotanos, sin distingo de partido, deberíamos rechazar vigorosamente en las urnas lo sucedido, eligiendo masivamente a un hombre de la talla de Rafael Pardo. Sería imperdonable que Cambio Radical, el Partido Conservador y el Centro Democrático insistieran en sus propios candidatos y con ello le dieran paso a un cuarto gobierno de nuestra lamentable izquierda capitalina.
P. S.: el Fiscal le está haciendo un profundo daño a la institución que dirige.
Guillermo Perry
Guillermo Perry
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