¡Hola !, Tu correo ha sido verficado. Ahora puedes elegir los Boletines que quieras recibir con la mejor información.

Bienvenido , has creado tu cuenta en EL TIEMPO. Conoce y personaliza tu perfil.

Hola Clementine el correo baxulaft@gmai.com no ha sido verificado. VERIFICAR CORREO

icon_alerta_verificacion

El correo electrónico de verificación se enviará a

Revisa tu bandeja de entrada y si no, en tu carpeta de correo no deseado.

SI, ENVIAR

Ya tienes una cuenta vinculada a EL TIEMPO, por favor inicia sesión con ella y no te pierdas de todos los beneficios que tenemos para tí.

Archivo

Atrapados en la red

Colombia duplicó el acceso a la red en los últimos seis años.

Internet ya pasó de la adolescencia a la adultez. Y como todo adulto que se respete, tiene que empezar a asumir las consecuencias de sus actos. El espacio digital ya no es simplemente un escenario marginal para recrearse, socializar o decir sandeces. Hoy es demasiado importante. Es el medio en el que concurren la inmensa mayoría de las transacciones en el mundo contemporáneo, desde las operaciones financieras hasta la actividad proselitista.
Según el Banco Mundial, a nivel global, el acceso a internet pasó, en la última década, de 15 personas por cada cien habitantes a cerca de 45. Es una migración sin precedentes en la historia de la humanidad. La mitad de la población del planeta vive, literalmente, más tiempo en el ámbito virtual que en el de la propia realidad.
No es una queja nostálgica contra la innovación tecnológica. No estoy del lado de los que quieren que Uber se acabe, como fue imposible pretender que los cocheros de carruajes derrotaran a los automóviles o que los artesanos –destruyendo los telares– finiquitaran el inexorable ascenso de la industria textil inglesa. Ese no es el punto. Nadie niega las inmensas bondades y beneficios que trajo el surgimiento de esta transformación tecnológica.
El problema radica en que, como ocurrió en el Wild West americano, el internet es también tierra de nadie, donde ocurren linchamientos digitales, masacres virtuales, asaltos, fraudes, venta de seres humanos, sicariatos morales, asesinatos de reputación, duelos a muerte y conspiraciones e insurrecciones. Es una nueva frontera, donde se combinan la fiebre del oro con la impunidad y el anonimato para permitir el despliegue de los peores aspectos de la naturaleza humana. Allí todo se ofrece, todo es posible.
Como siempre ocurre cuando se rompen los paradigmas tecnológicos y sociales, el Estado se toma demasiado tiempo para entender y absorber las implicaciones de los cambios. Las instituciones y la ley van a la zaga. Las burocracias, los legisladores y los líderes son bastante ineficaces para adaptarse a estas transformaciones telúricas.
Colombia no es la excepción. Sin duda, se han dado pasos en la dirección correcta, pero estamos a años luz de tener una verdadera estrategia de Estado para administrar los desafíos que presentan estas nuevas tecnologías. La actitud ha sido mucho más reactiva que proactiva. Estamos al vaivén de decisiones ad hoc y en manos de la improvisación casuística.
Y es, precisamente, en ese entorno cuando se cometen errores que van en detrimento de un sano balance entre el progreso tecnológico, los derechos de los ciudadanos y las libertades. Optar por delegar la responsabilidad a los jueces, como se ha hecho hasta ahora, es una salida fácil. Un juez no tiene ni la preparación ni los elementos necesarios para definir doctrinas y jurisprudencia en un tema de estas magnitudes y consecuencias. A golpe de tutela no se construye una política.
Sería mucho mejor que el Gobierno liderara –de verdad– un proceso de reflexión colectiva que permita formular una estrategia jurídica, regulatoria y de calidad para el largo plazo. El significativo esfuerzo del Gobierno para profundizar socialmente el acceso a internet, con los quioscos digitales municipales, el internet universal para el sistema de educación pública y todo lo demás, ha producido buenos resultados. De hecho, Colombia duplicó el acceso a la red en los últimos seis años. Pero las cifras no lo son todo. Sin una política estatal de fondo sobre este asunto, podemos quedar atrapados en la red.
Díctum. El ministro Pinzón logró en el 2014 el nivel más bajo de homicidios en treinta años. ¿Es eso claudicar ante el terrorismo y la delincuencia? 
Gabriel Silva Luján
icono el tiempo

DESCARGA LA APP EL TIEMPO

Personaliza, descubre e informate.

Nuestro mundo

COlombiaInternacional
BOGOTÁMedellínCALIBARRANQUILLAMÁS CIUDADES
LATINOAMÉRICAVENEZUELAEEUU Y CANADÁEUROPAÁFRICAMEDIO ORIENTEASIAOTRAS REGIONES
horóscopo

Horóscopo

Encuentra acá todos los signos del zodiaco. Tenemos para ti consejos de amor, finanzas y muchas cosas más.

Crucigrama

Crucigrama

Pon a prueba tus conocimientos con el crucigrama de EL TIEMPO