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Así gobernaría el Centro Democrático

2018 está encima, y la elección plantea una oportunidad para sentar las bases de una sociedad en paz

Tres opciones presidenciales realistas tiene Colombia para el 2018. La del Gobierno, por resignación y sentido común, era Vargas Lleras, hasta que el Fiscal ventilara lo del millón de dólares de Odebrecht. Aun así, puede ganar. Si gana continuaría el proceso de implementación, pero vigilando que las Farc cumplan. Sería un presidente ultracentralista, dedicado a la infraestructura y al orden, con rancios apellidos bogotanos en los cargos. Mil veces mejor que Santos, pero con el mismo sabor a monarquía que degustamos en 2 cuatrienios.
Claudia López, con su diatriba agresiva y eficaz, puede sorprender y terminar encabezando fórmula con Sergio Fajardo. Es la opción dos. Buscaría sustituir la clase política por una estirpe más urbana, de centroizquierda pero desvinculada de la lucha armada. Nos regirían su maniqueísmo y demagogia efectista. López carece de experiencia gerencial, lo que presagia pocas ejecutorias y más polarización. Eso es malo... Pero si la chispa prende, nada podrá detenerla.
Tercera opción: gana el Centro Democrático y arma un mandato de equipo con la monitoría de Álvaro Uribe e influencia de las figuras principales del CD y de una bancada parlamentaria aumentada al auspicio de su bien ganada reputación de seriedad, beneficiada por el voto anti-Santos, que le castigará el haber desconocido el triunfo del No en las urnas.
El mandato de un presidente que haya defendido el No será restablecer lo que bloqueó la avaricia política del Gobierno, tras ignorar el resultado del plebiscito, para enmendar el patrón de concesiones desbordadas a la guerrilla. La vía sería elegir, a voto limpio, una asamblea constituyente que redacte una nueva constitución para un país sin subversión ni herramientas diseñadas para eliminar a los adversarios de las Farc, incrustadas en la justicia. Para el CD, la JEP conduce a un estado de zozobra judicial con dos décadas de vigencia, por eso la constituyente buscaría consolidar una sola rama judicial, independizar la Fiscalía, acabar los fueros, erradicar las funciones electorales de los magistrados y tener una sola alta corte muy respetable.
La constituyente no pretendería devolver a las Farc a las armas, sino incluirlas junto al Eln para pactar –ahora entre todos– la carta de navegación de los próximos 200 años. El acuerdo de paz en desarrollo es hondamente impopular, y ahora la gente se pregunta qué diablos se negocia con el Eln si lo máximo posible sería sumarlo al formato que Santos construyó para las Farc. Ceder más sería inaceptable.
El Centro Democrático reducirá el tamaño del Estado en pos de austeridad, bajará impuestos como IVA y renta e implementará estímulos fiscales para fomentar el empleo. Habrá gran impulso a lo agropecuario. Combatirá duramente las ‘bacrim’ del narcotráfico. Y en vez de casas gratis, desplegará una ambiciosa política educativa que masifique la educación técnica y universitaria, totalmente gratuita.
El uribismo insistirá en un Congreso unicameral con Senado de cien miembros, mitad departamental, mitad elegido nacionalmente mediante lista cerrada obligatoria. Y un sector del partido impulsará adoptar el sistema federal para Colombia.
Si a las Farc las asesorara un estadista y no un penalista, en vez de hacer caso a Enrique Santiago sobre cuán vital era la JEP, habrían entendido que la constituyente, el federalismo y reformar las tres ramas del poder son mejor prenda de garantía para su viabilidad política que el recurso de encarcelar a sus adversarios usando un sistema judicial anacrónico, calcado de la tenebrosa Inquisición española.
El 2018 está encima, y la elección plantea una nueva oportunidad para sentar las bases de una sociedad en paz, sin sectores perseguidos ni facciones vencidas.
Sergio Araújo Castro
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