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La flor de loto

Cuando lo escuché responder la pregunta me llené de esperanza. El mamo de la Sierra Nevada dijo –y en eso coincide también el 'pampamesa paco', descendiente directo de los incas, y otros tantos taitas, chamanes y abuelos–, que Latinoamérica, especialmente los países de la zona ecuatorial, estamos llamados a ser la flor de loto de este mundo. De acá, de Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela, de este pantano de miseria, de toda esta inmundicia, de este antro de violencia, agresividad, corrupción y la máxima degradación del hombre, habrá de surgir, flotando hermosa, emergiendo como una flor de loto, una fuerza inamovible, indestructible, que se va a expandir para llevar a la humanidad hacia una nueva era, donde la guía máxima que determinará las acciones de los hombres será la conciencia, el espíritu, un sentido superior.
Y no se trata de una profecía por allá lejana, sino de algo que ya está sucediendo y que ellos, los sabios, con sus sentidos más agudos, han notado prematuramente.
Los corazones de los jóvenes se muestran cada vez más inquietos ante la realidad que les presenta el mundo. La política y las promesas fatuas de tanto corruptillo no los convencen, y ya no ven a la democracia como una solución. La religión ha tomado distancia y la incoherencia que permea sus estructuras la condena. Estos jóvenes sienten que la educación, en todos sus niveles, es una fábrica de borregos, cosa que ellos no son, que nunca han sido, que no quieren ser. Se sienten incómodos, desadaptados a un planeta que les pertenece y que pronto van a reclamar. Hay una resistencia en el ambiente, pasiva, calma, expectante, serena, sabia, que empieza a buscar respuestas en el único lugar donde las podrá encontrar. Estos jóvenes que inician la era del 'despertar de la conciencia' se han dado cuenta de una verdad universal: el problema de la raza humana reside, únicamente, en el corazón del hombre.
No importa cuántos políticos y supuestos buenos hombres suban al poder. No importa que un porcentaje grande de la población sea católica, cristiana, musulmana, judía, budista, hindú, etcétera y que siga sagradamente y sin pensar los rituales que su dogma les impone. No, y no importa que se eduquen a todos los niños, adolescentes y adultos dentro del sistema actual, pues las guerras, el hambre, la pobreza, la miseria y el sufrimiento seguirán siendo una constante. Ellos saben que las balas no detienen balas, que el dinero no compra felicidad y que el mayor regalo que se les ha dado lo hemos convertido en una cloaca.
Así, estos jóvenes están fijando su mirada hacia su interior. Saben que si no cambian, ellos no podrán cambiar el mundo. Tienen la certeza de que si alcanzan la humildad, la no violencia, la paz, el desapego, el amor, la compasión, el silencio y la mente serena en sus corazones, lograrán su cometido. Su principal guerra no es contra otros sino contra sí mismos. Quieren vencer las volátiles pero indomables fuerzas del ego, del yo, de los sentidos y trascender a su propia naturaleza humana.
No es una secta, no es una religión, no es una congregación que se reúna para perseguir los mandatos de un determinado líder. Es simplemente un llamado, tan incompresible como el mismo origen del universo, que están escuchando en este momento miles de jóvenes por separado, que ni siquiera se han visto las caras o saben que otros iguales existen, pero que se sienten cada vez más obligados a seguir.
Está sucediendo y como toda acción que entra a romper de frente los diferentes paradigmas, desata reacciones de risa, burla, mofa, rabia, ira, molestia y otras tantas sensaciones que caen en los lugares comunes, de aquellos que se aferran fijamente a sus ideas y que se niegan a creer que existe un mundo más allá de su propia realidad.
¿Mamo –le preguntó una niña–, por qué en Colombia a pesar de tanta guerra, de tanta violencia, está surgiendo este movimiento de una mayor conciencia hacia la naturaleza, hacia la vida, hacia la creación? Y el mamo le respondió. Porque el alba asoma. Porque ha llegado la hora del amanecer, porque es el momento de que el loto emerja límpido y puro del pantano y abra sus pétalos para alabar al sol. Y ustedes, mis queridos jóvenes, son esa flor.
arturo.arguello82@gmail.com
Arturo Argüello Ospina
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