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¿Por qué Garzón?

Por qué los colombianos lo han elegido como uno de sus íconos de afecto.

Armando Silva
El viernes 13 de agosto de 1999 tuve que orillar en una calle de La Soledad, en mi camino para la U. N. para volver a tomar sentido, cuando un periodista gritó atónito: “¡Acaban de matar a Jaime Garzón!”; el día anterior comentaba con un compañero que estábamos cerca del aniversario del asesinato de Galán. ¿Había futuro? Casi 20 años después, y a propósito de la serie de RCN, vuelvo a preguntarme no por qué lo mataron, sino por qué los colombianos lo han elegido como uno de sus íconos de afecto.
Garzón habló a los ciudadanos de este país no solo como individuo, sino a través de varios personajes con muchos rostros y estilos, y todos parecían haber sido construidos con el tino de un carácter que nos representa. Un embolador que lustra a los poderosos nos devuelve al mito del zapato, como símbolo no solo de sexualidad femenina, cuando entrevistaba a las bellas con poder, sino de humildad al mirar a su ‘cliente’ de abajo arriba: el mensaje era claro: ‘Usted es poderoso; pero yo, desdentado y feo, me río de usted’.
Un portero del edificio Colombia, donde habitaba no solo el presidente, sino el proceso 8.000, que involucraba mafias; desde su cabina saludaba y contaba “chismes de adentro”, de los políticos que nos avergonzaban. O un tinterillo enredado en miles de leyes inútiles que, con su tonito cachaco, las usa para aplastar a su propia gente; vestido con rimbombancia anacrónica y dotado de gestos aprendidos que fastidiaban, dejaba el aviso de rebelarnos contra esos mandaderos del poder.

Garzón habló a los ciudadanos de este país no solo como individuo, sino a través de varios personajes con muchos rostros y estilos.

Pero, esos personajes populares salían de la TV, y de este modo Garzón no solo unía el humor con los medios y la política, sino con la gente, haciendo recapacitar desde la pantalla. Distinto, por supuesto, al inefable y eterno Sábados felices, renovando el género de humor y logrando lo imposible: hacer pensar desde el espectáculo de la TV.
Que la serie de ficción no es fiel a la realidad, dicen algunos críticos. ¿Dónde está la realidad? La ficción también es realidad, y la realidad también es ficción. El asunto es que se mantenga la historia, que nos haga creer, desde su investigación de guion, que es un Garzón verdadero. Vendrán más historias, pues vamos pasando del Garzón humorista al de la leyenda y al que se convierte en hombre sagrado que se hizo matar por su pueblo: Gaitán, Galán, Garzón: y todos empiezan con Ga.
ARMANDO SILVA
ciudadesimaginadas@gmail.com
Armando Silva
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