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Muertos de miedo

Nuevas realidades traen nuevos miedos. El poder del anonimato como nueva fuerza.

Armando Silva
Tiene miedo? Esta sensación viene en aumento en el mundo, justamente aquel que ha conseguido vencer algunos miedos ancestrales como ser devorado por los dioses, apresado por Satanás o alcanzado por alguna epidemia descontrolada. Hemos avanzado, pero también retrocedido.
Nuevas realidades traen nuevos miedos. Sabemos que en un mundo mediado los medios son determinantes en la percepción del miedo. Significan el poder de la esfera pública, el sitio para hacerse ver, para hacer política y, por extensión, un lugar privilegiado de la democracia moderna. Sin embargo, los medios tienen sus propios afanes: atraer las audiencias, amarrarlas, conseguir publicidad, lo que hace que muchas veces no cumplan aquella función de “mediadores de la crisis”, como se hacía en el “modelo catártico de la tragedia griega”, el arte, la religión. Las redes también llegan para consolidar ataques sin fuentes reconocidas. El poder del anonimato como nueva fuerza.

Ahí está el miedo: no poder apropiarse de hechos reales domina el ambiente perturbado.

En Colombia están todos los elementos para que el miedo domine las sensaciones ciudadanas. El futuro se hace incierto, y los actores principales no dan confianza. Opinadores llaman apátridas a los que se oponen a la paz, y del otro lado llaman vende-patrias a los que la están elaborando: lo cierto es que hay miedo de todos lados. Decía una ensayista (I. Pezzini) que el miedo se ha convertido en una ideología, una perspectiva en sí misma, y los partidos lo usan para lograr consenso a su favor de tal forma que la diferencia entre derecha e izquierda muchas veces se reduce al tipo de miedos que plantean al electorado. Es evidente que con el proceso de paz que vivimos, en lugar de ir acompañado con fiestas y alegrías, lo que se palpa en el ambiente es el miedo “por lo que pueda pasar”.
Y es que el miedo se encarna, se vuelve parte del cuerpo. Es la diferencia establecida por algunos pensadores entre simulacro y simulación, pues esta última es como las enfermedades psicosomáticas, en las que de nada sirve preguntarse si el paciente está realmente enfermo, pues están presentes todos los síntomas de una enfermedad real. Ahí está el miedo: no poder apropiarse de hechos reales domina el ambiente perturbado. La paradójica expresión ‘muertos de miedo’ no puede ser más verdadera e ingrata: entes desrazonados que deambulan por ahí con miedo a toparse el monstruo al torcer la esquina.
ARMANDO SILVA
ciudadesimaginadas@gmail.com
Armando Silva
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