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Llorar sobre los animalitos

(O llorar sobre la leche derramada.) Mirando y dejando escurrir unas cuantas lágrimas, que ya no son furtivas; mirando, decía, en televisión los centenares y miles de animales muertos o debatiéndose en el barro bajo un sol inmisericorde y sin una gota bienhechora de lluvia, en los Llanos Orientales, recordaba la sibilina frase que en más de una ocasión he estampado en esta columna: “Dios siempre perdona; el hombre, a veces; la naturaleza, nunca”. El río Magdalena y otros se seguirán desbordando en épocas de intensas lluvias, los derrumbes sobre carreteras y en zonas montañosas inestables seguirán ocurriendo; son fenómenos naturales que no ocasionarían tantas desgracias si los humanos no se empeñaran en construir sus viviendas en las márgenes de los ríos, máxime cuando experiencias anteriores han demostrado dónde suceden las tragedias. De igual manera podrían disminuirse los desastres si no se levantaran viviendas al pie de taludes y de barrancos a todas luces inestables.
Todos los años sobrevienen los veranos implacables en los Llanos, unos más fuertes que otros. Se ha explicado que la muerte de los animales sucede en los hatos donde los dueños no acataron las llamadas de alerta y no se esmeraron en mantener los reservorios, ampliándolos o creando nuevos. La prueba está en que en hatos como La Aurora, donde Colombia posee la mayor densidad de animales silvestres, que van desde chigüiros, babillas, tortugas, venados, pumas, zorros, iguanas, anacondas y toda clase de aves y de todos los tamaños, y el hato Palmarito, rico también en fauna de todas las especies y cuyos dueños, sabiendo que son responsables de gran riqueza faunística, todos los años se preparan para el verano cuidando y ampliando los reservorios de agua, no han sufrido la tragedia. Ambos hatos se ubican en Casanare.
Evidentemente se trata de dos Reservas Privadas de la Sociedad Civil y el hecho de que sus dueños hayan decidido conservar la fauna al tiempo que mantienen sus ganados les da más motivos y claridad sobre las acciones que deben llevar a cabo ante los fenómenos de la naturaleza. La tragedia veraniega ocurrida este año en los Llanos es una invitación a los dueños de los hatos a convertirlos en Reservas Privadas para la protección de la flora y de la fauna, y para ello no necesitan hacer otra cosa que dejar pastar y vivir a los animales silvestres mezclados con los vacunos y cuidar las fuentes de agua y los bosques que se alternan con las sabanas. Los trámites para la declaratoria son sencillos.
Corporinoquia dice que gran parte de la culpa la tienen los dueños de los hatos faltos de previsión, mientras los investigadores hablan del calentamiento de la Tierra, causado por los humanos. Ambos tienen razón. El fenómeno se agrava en el Llano por la absurda decisión del gobierno anterior y del actual de convertir la llanura en un inmenso sembrado de soya, arroz y palma africana, y para lograrlo los avarientos dueños secan los humedales, acaban con la fauna y con la cultura del Llano.
La explotación del petróleo hasta ahora no ha traído para la región la tan anhelada prosperidad. Sí, en cambio, mayor pobreza, más prostitución, indeseables desplazamientos humanos y, por supuesto, destrucción de la naturaleza y del paisaje. Lo tengo muy claro: debe haber minería en Colombia, debe haber explotación petrolera, pero siempre con el máximo respeto por la naturaleza. No es nada fácil este equilibrio, pero debemos intentarlo seriamente.
Andrés Hurtado García
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