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¡Grande, chamos!

Fue emocionante ver a Venezuela llegar por primera vez a una final de un mundial de fútbol sub-20.

La política pareciera ir en contravía de la esperanza de los pueblos. En Venezuela, la oposición y el oficialismo dan fe de la peste que consume al mundo: la intolerancia, la arbitrariedad ideológica, la enemistad entre hermanos, agitada por la mentira y ambición de sus dirigentes. Aquí, en Colombia, solo miremos a los enemigos a ultranza que desean hacer trizas la paz, o en el insignificante mundo al desquiciado Trump negar el calentamiento global. Todo, a espaldas de la humanidad y del sentido común.
En hora venturosa, un puñado de jóvenes, la mayoría pobres de cuna, pero grandes de corazón, dieron una lección de cómo conquistar los sueños en un mundo desesperanzado y desesperanzador. Fue emocionante ver a la antigua cenicienta del fútbol suramericano, Venezuela, alzar la voz fuerte en Corea del Sur y llegar por primera vez a una final de un mundial de fútbol sub-20.
Un grupo de muchachos corajudos y bien dotados técnicamente han logrado lo que en nuestro continente, a excepción de los del río de la Plata y Brasil, estaba negado para los países del norte. Y el estratega de esta luchada proeza es Rafael Dudamel, aquel arquero que Independiente Santa Fe trajo a Colombia, y que uno de los ‘doctores’ de nuestro fútbol bautizó ‘San Dudamel’, por ser un caballero y un cancerbero que realizaba atajadas celestiales. Dudamel supo encontrar el equilibrio entre la mística y la realidad, la humildad y la grandeza, y advirtió antes de comenzar: “Venimos por los siete partidos”. Cumplió.
El heroísmo no está exento de sufrimiento. Lo trágico, a un paso de la felicidad. Y faltando dos minutos para terminar el partido, un misil del petiso Sosa devolvió la esperanza a la vino tinto, contra la garra charrúa. Luego, el pintado Peñaranda y el arquero Faríñez, en el azar de los penales, refrendaron el camino a la final contra Inglaterra el próximo domingo. Tres prórrogas han necesitado los ‘chamos’ para avanzar y unir al pueblo venezolano en una sola voz, donde sus políticos han fracasado rotundamente en un diálogo de sordos. Nos une Bolívar, la sangre suramericana, el fútbol y ahora el sueño de conquistar lo imposible. En un orbe globalizado, la cultura en la intimidad y el deporte en lo mediático son alternativas contra el cinismo de la barbarie política.
ALFONSO CARVAJAL
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