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Trump y Macri, un solo corazón

Desde los extremos geográficos van por el camino del miedo inaugurando una era de oscurantismo. Aumentar los controles y el personal policial, lejos de evitar delitos, los ahondará.

El miedo es un arma letal que suele destruir al que lo padece, por eso la valentía es una virtud, porque suele llevarnos por los mejores caminos de la vida.
‘Chucky’ Trump, quien defiende la tortura, dice que terminará el faraónico e inútil muro ‒que inició Bill Clinton‒, el cual podría costar unos 15.000 millones de dólares, a los que hay que sumarles la manutención y los eventuales agentes y controles en semejante distancia. Por cierto, es bueno recordar que hoy son más los mexicanos que se marchan de EE. UU. que los que ingresan.
Del otro muro, el veto migratorio contra refugiados e inmigrantes de siete países de mayoría musulmana, dice que lo hizo para combatir al terrorismo, pero al mismo tiempo cierra filas con Arabia Saudita, donde están las ciudades prohibidas de La Meca y Medina, donde poseer una Biblia puede penarse con la muerte, entre otras cosas, demostrando que es la principal fuente del fanatismo islámico.
En la otra punta del continente está Argentina, tierra de inmigrantes. El presidente Macri, por ejemplo, es hijo de un italiano que llegó a buscarse la vida y construyó, sorprendentemente, un imperio a partir de las obras públicas. Todavía hoy es uno de los países más abiertos del mundo, y es el que más extranjeros tiene en Sudamérica.
Y a pesar de contar con seis homicidios por cada 100.000 habitantes, que lo ubican lejos de los 84 de Honduras, 53 de Venezuela o 31 de Colombia, esta cifra va en aumento, dentro de un continente donde 135.000 personas fueron asesinadas en el 2015, según el Banco Interamericano de Desarrollo.
Pero también Argentina está cambiando, atemorizada por políticos populistas que así consolidan su poder. Así como la izquierda encontraba en el extranjero la culpa de todo ‒en las ‘multinacionales ‘go home’’‒, la derecha exagerada de Macri señala al mismo extranjero como la fuente de la inseguridad.
Y ha iniciado controles más fuertes en las fronteras, para evitar que entren “personas con antecedentes penales”, y expulsiones más rápidas de los “delincuentes”. Argentina tiene un 4,5 por ciento de inmigrantes, y en sus cárceles, los extranjeros son el 6 por ciento del total. Pero el Gobierno salió a “informar” que “en los delitos vinculados a la narcocriminalidad, un 33 por ciento (…) son extranjeros”. Y en una inocultable actitud xenofóbica, la Ministra de Seguridad afirmó: “Vienen ciudadanos peruanos y paraguayos y se terminan matando por la droga”.
El nivel delictivo es muy alto, precisamente, por culpa del Estado. Es el principal creador de delincuentes, más allá de que el principio es incoherente (no puede detenerse la violencia con más violencia, y represiva), pues al prohibir algunas drogas dañinas, da lugar a los narcos y todos los delitos relacionados. De modo que aumentar los controles y el personal policial, lejos de evitar el delito, lo ahondará.
Y no es porque la Policía sea corrupta a tal punto que muchos crímenes sean cometidos por sus agentes, sino porque esto aumenta el gasto estatal y, por tanto, los impuestos, lo que empobrece a la sociedad y aumenta la marginalidad. Otra populista, Cristina Fernández de Kirchner, también anunció la expulsión de extranjeros y aumentó considerablemente la presencia de fuerzas de seguridad, y el delito creció.
En fin, Trump y Macri, desde los extremos geográficos, van por el camino del miedo inaugurando una era de oscurantismo y de más delitos salvajes como los del narcotráfico.
Alejandro Taglivini
* Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California.
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