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La chicha y la radio

Hace 70 años, el que avivó el odio no fue la radio, fueron personajes con fines proselitistas.

Todos necesitamos un amigo historiador. Alguien que nos ayude a entender mejor lo que pasó y lo que puede ocurrir en un país tan singular como Colombia, donde los apellidos políticos se repiten década tras década, y los problemas económicos y sociales mutan creando engendros desastrosos.
Hace unos meses tuve una charla con el profesor Miguel Reyes Schloos, uno de esos genios escondidos en medio de la academia y las bibliotecas, quien ha investigado detalladamente la historia política del país en los años 50.
Al final de esa cátedra improvisada, la mañana de un 31 de diciembre, Miguel Reyes casi olvida contarme su versión de los sucesos del 9 de abril –digo casi porque cuando de historia política se trata, al profesor no se le pasa nada– y en medio de singulares detalles, resaltó los vergonzosos sucesos en Bogotá (aunque en realidad la violencia se incrementó en todo el país, donde se vieron episodios tan dolorosos como el “puerto tejadazo”).
“En esa época se culpaba a todos de la muerte de Jorge Eliécer Gaitán: al presidente Ospina Pérez, al partido Conservador, al secretario de Estado George Marshall, a la CIA, y hasta al partido Comunista. No olvidemos que muchos eventos y personalidades se encontraban en la ciudad en esa época, incluso el joven Fidel Castro, quien coincidencialmente participaba en una conferencia estudiantil”, narraba Miguel. Y agregaba: “Sobre los móviles de este magnicidio siempre han existido muchos rumores; casi todos, inconsistentes y convenientes”. Luego me contó cómo muchos jóvenes de izquierda se tomaron la radio para alebrestar al pueblo, que ya para esas horas estaba saciado de chicha quemando la ciudad.
La culpa es de la chicha y de la radio, le dije. Y con una mirada castigadora me expresó su malestar. De inmediato me hizo caer en cuenta de que estaba cometiendo el mismo error de muchos colombianos que juzgaron de forma errada los hechos de 1948. Nunca, ¡nunca!, la culpa será del medio, sino del emisor y del receptor. En pocas palabras: no hay que culpar al sofá, sino al personaje que hace en él las cosas lujuriosas que narra el cuento.
La chicha, que seguramente fue fermentada inocentemente y ya le hacía competencia fuerte a la cerveza en el interior del país, fue señalada como el actor determinante del desastre en Bogotá; la señalaron y acorralaron. “Nada se dijo de la ausencia de educación, salud, trabajo, de los largos años de exclusión. La chicha se convirtió así en otra de las víctimas del 9 de abril”, escribía en EL TIEMPO otro historiador que sería bueno tener de amigo.
La Radiodifusora Nacional, por su parte, fue tomada violentamente por voces que invitaban a la violencia y a la venganza contra los conservadores, supuestos asesinos de Gaitán. Fueron 72 horas de odio en las que por la radio se convocaba a los incendios, saqueos y asesinatos. “Aló, aló, fuerzas revolucionarias izquierdistas de Colombia acaban de tomarse la gobernación en el Atlántico (…) Viva la revolución popular (…) Fue asesinado Gaitán por un policía conservador por orden del gobierno conservador (…) Debe desencadenarse una revolución. Apodérense del gobierno sin temor (…) ¡a la carga, a la carga!”, gritaban desde las emisoras secuestradas.
Al final, la chicha fue prohibida y la radio, maldecida.
No hemos cambiado. Hoy seguimos imputando a los medios y no a los sujetos. Culpamos a Twitter y a los chats de WhatsApp porque allí circulan mensajes injuriosos, agresivos y criminales, mientras los causantes de estos problemas quedan escondidos detrás de perfiles falsos, como hacían algunos maleantes detrás de los micrófonos robados en 1948. Y, en cuanto a los receptores, actualmente replicamos irresponsablemente los mensajes incendiarios, como lo hacían muchos oyentes en el Bogotazo.
No debemos caer en esa trampa. Hace 70 años, el que avivó el odio no fue la radio, fueron muchos personajes como Rómulo Guzmán que la usaron con fines proselitistas. Hace siete décadas, no fue la chicha la que regó sangre por las calles republicanas de Bogotá, fueron muchos bogotanos que tenían guardado resentimiento, angustia y frustración en sus cabezas.
Debemos enfocar las responsabilidades en las personas, no en los medios. Seguimos orientando los debates hacia la chicha y la radio, cuando el problema está en otro lado.
Adición: tampoco creo que el principal culpable de las masacres en Estados Unidos sea la Asociación Nacional del Rifle. Algo ocurre en las mentes enfermas de los jóvenes asesinos que debe ser atendido de inmediato; allí debe estar el foco de la política pública. El control de armas está bien, pero no ataca el problema de fondo.
ALEJANDRO RIVEROS GONZÁLEZ
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