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Acuérdense bien de esta mujer

Es la otra Nicaragua, la lejana y olvidada, la que tiene la voz hoy día.

Se llama Francisca Ramírez. No la he visto más que en fotografías y tomas de televisión, pero no pierdo la esperanza de conocerla. ¿Quién es? ¿Qué ha hecho?
En las imágenes aparece una campesina, robusta y decidida, de piel morena que el sol ha ayudado a curtir, en sus labores domésticas, en las de su finca, y en las marchas que ha encabezado. Su rostro, decidido y alerta, inspira confianza.
Es el alma de la lucha en defensa de las tierras amenazadas de expropiación, de construirse el canal interoceánico de los chinos, y que viene a ser una lucha en defensa de la soberanía de Nicaragua, otra vez entregada a potencias extranjeras. La exigencia es la derogatoria de la Ley 840, que contiene el tratado Wang Ying-Ortega, válido por cien años.
Francisca es una campesina del municipio de Nueva Guinea, en el Caribe sur, allí por donde pasaría el canal, avasallando territorios que más de medio siglo atrás fueron colonizados por agricultores pobres.
Aprobó apenas el tercer grado de primaria, porque en la situación de pobreza en que vivía su familia la escuela venía a ser un lujo, pero es dueña de un talento natural para la agricultura y para negociar la venta de los productos de su finca; y otro talento natural, no menos valioso, el de dirigente. Una dirigente nata, que no pertenece a ningún partido político de oposición y tampoco piensa bien de ellos.
Cuando aparecieron los topógrafos chinos que entraban sin permiso a las fincas para medirlas, sin dar explicaciones, el temor comenzó a convertirse en indignación entre los propietarios. Comenzaron a agruparse en asambleas, y buscaron entonces a Francisca. Ya que sabía aconsejarlos sobre el cultivo de sus tierras, también sabría ponerse a la cabeza para defenderlas.
Lo mismo ocurría entre los propietarios de la parte del Pacífico, al otro lado del Gran Lago de Nicaragua, por donde también pasaría el canal, y así se organizó el Consejo Nacional para la Defensa de la Tierra, Lago y Soberanía. Francisca fue elegida vicecoordinadora del Consejo.
Es un movimiento de generación espontánea, con dirigentes salidos de sus propias filas campesinas, sin la intervención de ningún partido político; el más auténtico y vigoroso nacido en los largos años del régimen de Daniel Ortega, capaz de haber emprendido hasta ahora 55 marchas de protesta, la última de ellas hacia Managua, reprimida con fuerzas de choque y fuerzas policiales, pero que, pese a todos los obstáculos, logró entrar a la capital.
Cuando el régimen vio que no podía doblegar a Francisca, recurrieron al expediente que tantas veces ha dado resultado con los dirigentes de oposición: comprarla. Le ofrecieron pagarle sus tierras a precios de oro. “Yo le dije que detrás de mí había miles y miles, que mientras no llegáramos a un acuerdo, y el único acuerdo era la derogación de la Ley 840, prefería morir... cómo me quedaría mi corazón saber que estoy en otro país, con mucho dinero, pero que en Nicaragua se está pasando tanta violencia por haber negociado... traicionar tanta gente humilde”.
Esa propuesta, dice, se la hicieron el 17 de diciembre del 2014. Al día siguiente, una tropa de 30 policías invadió su vivienda. Sus hijos pequeños, que dormían, fueron sacados violentamente de la cama, mientras la vivienda era cateada.
Hace pocos meses, esos mismos campesinos fueron en un auxilio de otros campesinos del norte de Nicaragua, víctimas de la sequía, llevándoles alimentos de los que producen en Nueva Guinea, en una caravana de camiones. La policía impidió la distribución de la comida entre las familias necesitadas, bajo el alegato de que solo a través del Gobierno se pueden repartir ayudas. Insistieron de nuevo en diciembre, y se ve que han comenzado a cogerles miedo, pues las raciones fueron entregadas tras muchos forcejeos.
Los campesinos han decidido no cejar, y seguirán con sus marchas contra el canal. Es la otra Nicaragua, la lejana y olvidada, la que tiene la voz hoy día.
Anoten el nombre de esta mujer, Francisca Ramírez. Volveremos a escucharlo.
Sergio Ramírez
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