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La Rusia de Putin

El reelegido presidente ha cerrado el paso a toda disidencia, a toda crítica, a toda oposición.

Abel Veiga Copo
Aquella vieja madre Rusia revive en su nuevo zar, el zar Putin, quien, tras dieciocho años en el poder, vuelve a ganar unas elecciones hechas para él. No hay más poder que Putin, solo el poder es él. Rusia, el joven país centenario de apenas veinticinco años tras la debacle soviética, aspira a resurgir de sus cenizas con un Putin que tiene su mente y sus ojos en la gran Rusia anterior, anterior a la Revolución, la de Catalina, de Pedro, de Vladimir Putin.
Es aquella la que quiere, pero a su manera, a su especial medida. Un país cuyo patronaje ha sido diseñado por el exagente KGB dispuesto a perpetuarse y de momento lo ha tenido fácil. Las libertades democráticas simplemente no lo son. Nunca lo han sido en la historia del país, ni ahora ni tampoco antes. El filtro y el aparato del Estado se usa a su fin, a su antojo, a su decisión.
Y aquí se parece más a las viejas consignas soviéticas y el Partido Comunista que a cualquier homólogo suyo en Europa. Nacionalismo y más nacionalismo, mirada instrospectiva, exaltación de la madre patria, de la Gran Rusia, aplastamiento de todo atisbo o conato de separatismo o regionalismo, rusificación lingüística. Nada se deja al azar, nada escapa, solo las palabras al viento de una oposición vigilada y cada cierto tiempo decapitada.
Putin ha sabido cerrar el paso a toda disidencia, a toda crítica, a toda oposición. Ha sido implacable, decidido, tenaz, aplastante. Ha jugado la baza del nacionalismo con profusión y sin límite. Crimea, la guerra en Ucrania, pero también en el Cáucaso, Chechenia, la frontera georgiana, Osetia. La azuza, porque sabe que viejos y jóvenes se rinden a esa carta, al menos de momento. Millones de jóvenes han nacido bajo sus mandatos, no conocen otro líder, otro “padre”.
Nada se deja al azar ni a la casualidad. Lo mismo en el exterior. Sus bazas en el golfo y el mundo árabe pasan por apuntalar al tirano sirio al precio que fuere, a no desentenderse de Irán y estar presente en ese convulso escenario. Sabe que China desafiará y dominará el mundo, y Rusia quiere estar ahí, consciente de lo que todavía une y pueden hacer en alianza en el Pacífico, pero también en el mundo entero.
La agenda varía, los títeres y teloneros también, ya no importan ni Venezuela ni Cuba, pues el objetivo es otro: hacerse ver, sentir, sin complejos. De ahí sus anuncios grandilocuentes tanto en nuevo armamento nuclear como en enviar tripulaciones al espacio. El escaparate del próximo mundial de futbol en apenas unos meses será aprovechado a conciencia para ofrecer un escaparate de modernidad y progreso, desarrollo y aires de libertad que no son.
El país crece apenas un 1,8 %, pero crece después de dos años de enorme contracción, de un bloqueo sui géneris tras la anexión de Crimea. Las inversiones no llegan, pero ¿interesan a Moscú inversores en sectores neurálgicos e interesan también inmigrantes que aun siendo necesarios siempre son vistos con mucho recelo?
Depende mucho de la exportación de petróleo tanto crudo como refinado y del gas. Ahí juega sus bazas, pero la más importante es que sabe que tiene que reactivar y estimular el consumo interno si quiere crecer y no volver a estancarse. El desempleo es bajo, apenas roza el 5 %, pero la desigualdad crece, como también el empobrecimiento de los salarios. Al tiempo que emerge una clase elitista y multimillonaria.
Rusia busca su lugar entre los grandes. Lo es, pero es consciente de que tiene que tener una vía propia. Atrapado entre la Unión Europea, débil ante Moscú, y el gigante chino, Putin juega sus cartas. Sabe que es un envite a todo o nada, y tensa la cuerda, la diplomacia de candelabros. Se le han abierto varios frentes, el diplomático ante Londres, y la sospecha de esos envenenamientos, la difusión de noticias falsas y alteración de todo proceso electoral que se precie, etc.
A día de hoy se abre un escenario despejado dentro de Rusia, pero su sucesor tendrá que emerger en este sextenato. Pensar que después de 24 años de poder y gobierno o combinaciones oportunas con Mevdeved continuarán se antoja harto improbable. ¿Se abrirá Rusia al mundo o, por el contrario, seguirá permeándose hacia dentro e interviniendo solo allí donde al inquilino propietario del Kremlin interese únicamente?
ABEL VEIGA
Abel Veiga Copo
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