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Atentado en Barcelona, ¿por qué?

Los ataques solo los hacen contra gente inocente. No hay explicación racional para tanta violencia.

Abel Veiga Copo
Barcelona fue víctima del terrorismo brutal. ¿Por qué ese odio? ¿Por qué en nuestras ciudades, en nuestros países? ¿Por qué atacan a nuestras sociedades, a nuestras formas y maneras de vivir y comportarnos libremente? ¿Qué odian, qué les molesta, qué buscan, qué quieren golpear de verdad? Solo lo hacen contra gente inocente, contra seres indefensos. Pero, en realidad, no hay explicación racional para tanta violencia.
Tras la confusión viene la dura realidad. Tras el caos aparece la tragedia al desnudo. Muerte y terror en Barcelona. Pero también en Cambrils, aunque esta vez han sido los propios verdugos los que han muerto.
El hecho es que esta ciudad despierta brutalmente de su oasis de paz. Un despertar profundamente triste y con una clara conciencia de vulnerabilidad. Porque eso es lo que sucede cuando te roban la vida, cuando pisotean tu espacio, tu libertad, tus sueños, tus sentimientos, cuando matan indiscriminadamente.
España ha sufrido como pocos países de Europa el zarpazo de esta hidra asesina. Llevamos años sin los miserables del tiro en la nuca y los coches bomba. Hipercor, Lluch y tantos y tantos guardias civiles, policías, militares asesinados en Cataluña. Dejemos ahora aquel viaje a Perpignan entre un ‘conseller en cap’ y la cúpula etarra. Ahora ya no es Eta. Es el terror global, el islamismo radical, o sea, el odio a nuestras sociedades.

Somos hipócritas, no preguntamos los porqués, ni las causas, ni quiénes hacen negocio con la guerra y las armas, ni quiénes financian a la vez todo el terrorismo

Barcelona era vulnerable como cualquier otra ciudad europea. Llevamos muchos meses en alerta; podía pasar, iba a suceder, pero ¿dónde? En cualquier sitio donde hubiera lobos aullando dispuestos a morir ellos mismos.
Los lobos están sedientos de sangre inocente, quieren sembrar el miedo, el terror entre la sociedad, crear una sensación de fragilidad, de que no hay espacios ni ciudades libres de amenaza.
Esa es la amarga y cruda realidad. Ya no es Londres, París, Berlín, Bruselas, Mánchester o Madrid, es cualquier ciudad. Están aquí. Sembrar de muerte y terror nuestras calles, nuestros rincones no es difícil.
Por eso, no es hora de quebrar solidaridades ni sentimientos. Es hora de la unión, de la fortaleza democrática, es hora de la colaboración para derrotar la violencia. Tenemos que saber que si somos más, somos más fuertes. Fortaleza democrática es lo que necesitamos.
Pero estos muertos, 14 hoy, y 120 heridos, nos duelen. Nos duelen más que las personas asesinadas en Oriente Medio, en Yemen, en Siria, en Afganistán, en Irak. Estos son nuestros. Los otros no, son lejanos, no nos incomodan las imágenes diarias de atentados en otros lugares. También somos hipócritas, pues en los medios no preguntamos ni curioseamos los porqués, ni las causas, ni quiénes hacen negocio con la guerra y las armas, ni quiénes financian a la vez todo el terrorismo. Nada de eso se cuestiona en las televisiones, en los medios.
No podemos vivir en una burbuja amnésica ni instalarnos en el pánico; no debemos escondernos, pero sí ser muy conscientes de que somos vulnerables. Sin miedo, eso sí.
Que nadie aproveche este terrible atentado con el ‘procés’, con el soberanismo, el órdago independentista. No politicemos situaciones. Alguien con responsabilidad autonómica ya ha dicho que la hoja de ruta del ‘procés’ seguirá. No le ha faltado tiempo, pero sí reflexionemos en lo que significa la fortaleza de un Estado democrático, en el respeto a la ley y a las instituciones para hacer frente a toda amenaza. Al igual que ayer, el mañana se escribe desde la tolerancia, la libertad y la ley.
También hoy, en una tarde trágica, me pregunto, además, cuántas de las víctimas eran turistas.
Queremos seguridad, pero también libertad. La ecuación se quiebra. Debe romperse. Porque ahora la seguridad es lo que prima, lo que nos aflige, lo que urge. Tampoco entremos en este debate de un modo cainita.
Todos somos vulnerables. Hoy más que nunca la ciudadanía debe colaborar, pensar, reflexionar, saber vivir en sociedad, saber priorizar lo que de verdad importa.
ABEL VEIGA COPO
Abel Veiga Copo
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