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Los colombianos que pelearán otra guerra en el Golfo

La historia que EL TIEMPO publicó en exclusiva hace un mes sobre 800 exmilitares que irán a Yemen.

JINETH BEDOYA LIMA
La temperatura en Abu Dabi aumenta por estos días. El calor húmedo les recuerda a un puñado de militares colombianos lo difícil que era estar en las selvas de Caquetá, en medio de las operaciones contra las Farc. Pero no hay punto de comparación. (Lea: Al menos 28 muertos en doble atentado contra una mezquita chií en Saná)
“Pese al calor, no es lo mismo combatir con apoyo aéreo irrestricto, una jornada fija, equipos y armas nuevas y la certeza de que si no se regresa, el futuro de la familia está asegurado”, dice un comando retirado de las Fuerzas Especiales del Ejército colombiano. Por eso, no dudó en dar un paso al frente para ir a combatir contra la insurgencia chiita en Yemen.
Él, un avezado capitán que hace cuatro años se enlistó en el grupo que decidió dejar la guerra en Colombia para ir a Emiratos Árabes, hace parte de la primera compañía de nacionales (92 hombres) que, portando el uniforme saudí, entrarán esta semana en la ciudad portuaria de Adén, la segunda de Yemen y la puerta de acceso al mar Rojo. (Además: Decenas de muertos dejan bombardeos contra rebeldes en Yemen)
Estos militares son parte de las tropas de la coalición conformada por Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos. Pero ¿cómo los hombres que eran los ‘consentidos’ de las Fuerzas Militares en Colombia terminaron en una guerra a más de 13.000 kilómetros de su país?
El ‘sueño árabe’
En el 2010 estalló el escándalo por un supuesto grupo de mercenarios que se estaba enlistando a través de contratistas estadounidenses para irse a Oriente Próximo. Muchos, efectivamente, hicieron parte de compañías de seguridad privada en Irak y Afganistán, pero el proyecto de Emiratos tenía un propósito y un perfil diferentes. (Lea también: )
El jeque Jalifa bin Zayed bin Sultán al Nahayan, presidente del pequeño Estado árabe –el noveno con más producción de petróleo en el mundo–, planeó el fortalecimiento de sus fuerzas militares con capital humano extranjero, puesto que su país solo tiene 9 millones de habitantes, de los cuales la mitad son inmigrantes.
“Cuando empezamos a llegar a Abu Dabi las expectativas eran muchas, y teníamos claro que sacrificábamos estar lejos de la familia a cambio de bienestar. El que nunca tuvimos en Colombia cuando portamos el uniforme del Ejército. Nos han dicho mercenarios, traidores, cobardes y oportunistas. No somos nada de eso. Somos hombres que tomamos una decisión como respuesta a la falta de garantías para ejercer nuestro trabajo; aquí las tenemos todas”, señala el capitán retirado, quien luego de terminar sus vacaciones en Bogotá, donde habló con EL TIEMPO, regresó a Emiratos a enfrentar su primera gran misión en cinco años. 
Su contrato, cuando llegó a Oriente Próximo, decía que el trabajo era de entrenamiento en protección. “Pues llegó la hora de aplicar lo que hemos entrenado día tras día. Es una guerra diametralmente diferente a la que vivimos en Colombia en todo sentido. Pero portamos el uniforme emiratí y seremos leales a eso”, agrega.
Cuando les avisaron de esta misión, lo primero que pidieron los comandantes fue que solo irían quienes estuvieran plenamente convencidos de hacerlo. La tarea se inicia en Adén, pero luego, con las tropas aliadas saudíes y soldados de otras nacionalidades, tendrán que tomar Saná, la capital de Yemen, donde los rebeldes hutíes, de la rama chiita del islam, se han hecho con el control. (Lea: Situación humanitaria de Yemen es "catastrófica")
La avanzada de inteligencia en esta área la hicieron los colombianos más experimentados. El mando está en cabeza de militares de Emiratos, pero los segundos comandantes y jefes de operaciones son de Colombia. Su entrenamiento está centrado en combate urbano y de desierto, control de localidades, policía antimotines y seguridad de bases y caravanas.
Las garantías
Y cuando ellos hablan de una guerra diametralmente opuesta tienen razón, sobre todo en lo económico. En total, hay cerca de 3.300 militares y policías retirados en Emiratos Árabes que fueron enlistados bajo la supervisión de Mohamed Bin Sayed al Nahyan, comandante de las fuerzas militares emiratíes, luego de cumplir con rigurosos exámenes médicos y físicos.
Actualmente, tienen la residencia y todos los beneficios de salud y educación que tienen los ciudadanos nacidos allí. Pero, si regresan de la misión, instantáneamente recibirán la ciudadanía, extensiva a su primer círculo familiar, y una pensión. (Además: El origen del caos institucional en Yemen)
Un grupo de 800 hombres estarán en el frente de combate, con un máximo de tres meses en el área y tres turnos diarios de trabajo, más un sueldo adicional de 1.000 dólares semanales, independiente de la paga que reciben desde que llegaron a Abu Dabi.
“En el último año hemos hecho muchos simulacros y el entrenamiento ha sido riguroso, sin contar que cada elemento que llevaremos es de última tecnología. No es lo mismo que combatir contra el bloque Oriental de las Farc, pero las condiciones de bienestar sí son óptimas”, concluye este oficial, que hizo parte de varias de las operaciones de élite contra la guerrilla en Colombia.
Esta es una guerra civil que afronta Yemen desde el 2004, cuando rebeldes chiitas se levantaron contra el Gobierno. Ahora, Arabia Saudí se siente amenazada y por eso ha intervenido. De por sí, en el último año ha sido el mayor importador de material de defensa a nivel mundial, por valor de 9.800 millones de dólares.
Su interés es claro: desde Yemen se mueve la mayor cantidad de barcos petroleros que salen del golfo Pérsico, atravesando el mar Rojo rumbo a Oriente y Occidente.
Por ahora, al frente de la ofensiva ha estado la aviación saudí, que el pasado miércoles bombardeó posiciones hutíes al este de la capital de Yemen, y es cuestión de días para que sea ocupada por tierra Saná, según lo informa el diario El correo del Golfo, el único periódico en español de esta zona de Oriente Próximo.
El viernes, los príncipes herederos de Emiratos se dejaron ver con las tropas en traje de fatiga, en Adén; según algunos colombianos que ahora portan el uniforme del país árabe, es un gesto significativo y de compromiso con quienes van al combate. (Lea: Decenas de muertos dejan bombardeos contra rebeldes en Yemen)
Los extranjeros que no regresen tienen la garantía de que sus hijos y esposas recibirán la nacionalidad y se garantizará su educación hasta la universidad. Pero, así lo aseguran, esos colombianos van con la convicción de un regreso seguro y a salvo.
Guerra en Yemen: entre la religión y la política
Un nuevo capítulo comenzó a escribirse en la guerra civil de Yemen a partir de marzo de este año, cuando una coalición militar, liderada por Arabia Saudí, emprendió una campaña de bombardeos para debilitar a las estructuras de los rebeldes hutíes, enmarcados en la rama chiita del islam. Esas milicias controlan la capital del país, Saná, luego de meses de un avance militar impulsado por la inercia de la Primavera Árabe y el apoyo político de la potencia chiita de la región: Irán.
La incursión extranjera recrudeció los combates entre las partes, pues el avance que estaban logrando los hutíes se estrelló con los intereses de Arabia Saudí: la principal fuerza regional, de enfoque sunita, y que desde 1990 había sido aliada del presidente yemení, Ali Abdula Saleh.
Saleh, quien gobernó de 1990 al 2012, fue obligado a dejar el poder en el marco de la Primavera Árabe. El vacío de poder catapultó las divisiones en el país, donde también operan grupos simpatizantes de Al Qaeda.
La rebelión chiita había comenzado desde 2004, pero sus avances más espectaculares, incluida la toma de Saná, los consiguieron tras la caída de Saleh. (Lea: Al Qaeda pide a musulmanes de todo el mundo atacar a Occidente)
Hoy, el país está dividido y en guerra, y la misión de los soldados colombianos al servicio de las Fuerzas Armadas de los Emiratos Árabes Unidos, el gran aliado de Arabia Saudí, es apoyar la retoma de Saná y de los otros territorios en poder de los hutíes.
El caso de Yemen es particular. Además de ser una de las naciones más pobres de Oriente Próximo, ha padecido la fragmentación histórica propia de una población en la que su 53 por ciento obedece a la vertiente musulmana sunita y el 47 por ciento restante, a la chiita.
De hecho, la tensión ha sido tan latente en los últimos meses que el presidente que asumió el poder en Yemen tras la transición derivada de la salida de Saleh, Abdrabbo Mansur Hadi, presentó su renuncia el pasado 21 de enero. Se trató de una consecuencia del rechazo de las milicias a participar en un gobierno de unidad una vez más comandado por un político suní. Tras la caída de Saná en manos rebeldes, Hadi se resguardó en Adén, su ciudad natal. Sin embargo, para Arabia Saudí él sigue siendo el líder legítimo del país.
JINETH BEDOYA LIMA
Subeditora de EL TIEMPO
Twitter: @jbedoyalima
JINETH BEDOYA LIMA
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