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Abusos sexuales en comunidad judía de Israel dejan de ser tabú

Tras años de silencio, las víctimas han denunciado las agresiones frente ante las autoridades.

EFE
Los casos de abusos sexuales en la comunidad ortodoxa judía comienzan a salir a la luz pública en Israel tras años de silencio en un asunto tabú, favorecido por el temor de las víctimas a denunciar o a enfrentarse a los agresores en los tribunales.
En un país donde apenas el 15 por ciento de las víctimas de agresiones sexuales denuncian el hecho ante la Policía, entre las comunidades religiosas judías las demandas judiciales relacionadas con este fenómeno, del que cada vez hay más conciencia social, se cuentan con cuentagotas.
"No hay muchos agresores que acaben en la cárcel porque las víctimas no quieren enfrentarse con la Policía ni con el juicio. Los jueces no saben cómo tratar el tema", explica a Efe Malka Puterkovsky, fundadora y directora del foro Takaná, que ofrece desde hace 13 años asesoramiento a víctimas de la corriente ortodoxa judía, conocida como "moderna ortodoxia" o "sionismo religioso".
Poco a poco y con ayuda de este tipo de organizaciones, que ofrecen un entorno seguro a las víctimas y abordan a los agresores de forma discreta, van saliendo a la luz los casos y cuando lo hacen provocan verdaderas tormentas.
El más reciente ha sido el que salpica directamente a Davidi Perl, presidente del Concejo Regional de Gush Eztion, el gran bloque de asentamientos judíos en el distrito cisjordano de Belén.
Una joven de 20 años alega que ha sido repetidamente agredida sexualmente por Perl y tras presentar una demanda, éste pago una suma a la familia para que no se conociera el caso y prometió no volver a presentarse candidato al Concejo Municipal, según el Canal 10 local.
Los rabinos que trabajan en Takana solicitaron a Perl que se presentara para cotejar la denuncia, procedimiento habitual que lleva a cabo el foro además de comunicarlo al Fiscal General, pero éste se negó y solo lo hizo después de ser amenazado con hacer pública la denuncia.
Perl aseguró no "haber dañado nunca a ninguna mujer ni cometido pecado alguno", antes de señalar que el dinero entregado a la joven no implicaba reconocer su culpabilidad, sino que lo hizo para proteger a su familia y evitar que se conocieran las acusaciones.
A diferencia de los ultra-ortodoxos, que cumplen estrictamente las reglas de la ley judía, visten de oscuro y los hombres llevan barba y tirabuzones en las patillas, a los "ortodoxos modernos" se les conoce por lucir kipá bordada, trabajar, estudiar en la universidad o permitirse licencias modernas como usar watsap.
En el marco de esta comunidad pequeña y en la era de las redes sociales, el caso ha despertado sentimientos encontrados entre los defensores de la víctima y los del "alcalde" de Gush Etzion.
"Creo que este caso cambia las reglas de juego en una comunidad donde ha surgido el debate sobre si Perl debe seguir como jefe del Concejo", sostiene la diputada Rachel Azaría, ortodoxa y activista de los derechos de las víctimas de abusos sexuales, Azaría pertenece al partido Kulanu, integrado en el Gobierno, y es antigua teniente de alcalde de Jerusalén, donde conoció de cerca el caso de un rabino que agredió a más de un centenar de niños.
Uno de los grandes desafíos es cómo educar, concretamente en el terreno sexual, respetando las estrictas reglas de modestia y al mismo tiempo concienciar a los más jóvenes sobre el fenómeno.
"Los principales retos que afrontamos en este terreno es sobre todo cuestiones relacionadas con la educación, de hablar de lo que no se ha hablado antes", analiza Azaría. Sin poder aportar cifras o detalles por confidencialidad, la directora de Takaná señala que los casos más difíciles se dan en las 'yeshivot' (seminarios rabínicos) donde estudian adolescentes.
"Allí no hablan para nada sobre el tema y si alguno osa comentar algo le dicen 'seguro que te lo has imaginado", afirma. Ambas coinciden en que pese a las dificultades en los casos de denuncias de abusos, su corriente lleva una década de avances respecto a los ultra-ortodoxos, que empiezan a tomar conciencia.
Así, los llamamientos del rabino jefe askenazí, David Lau, para que padres y educadores tomen en serio las demandas sobre abusos a menores, o páginas como 'Lo Lishtok' (No callar) que recoge denuncias y orienta a víctimas, ponen de relieve que los muros del silencio comienzan a resquebrajarse entre los más tradicionalistas.
EFE
EFE
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